
Por: Apawki Castro
Después de las elecciones recientes en Ecuador, ha crecido el interés —por parte de actores del poder económico, sectores políticos, organizaciones sociales e incluso ciudadanía común— sobre el rumbo que tomará la 𝐂𝐎𝐍𝐀𝐈𝐄 (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador). Esto no es casual: se trata de una de las organizaciones sociales más influyentes del país, con una línea política e ideológica clara desde su fundación.
La CONAIE fue creada formalmente el 𝟏𝟔 𝐝𝐞 𝐧𝐨𝐯𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟏𝟗𝟖𝟔, en un contexto marcado por la exclusión, el racismo y la desigualdad estructural. Nació como una respuesta organizada del movimiento indígena para luchar por 𝐥𝐚 𝐣𝐮𝐬𝐭𝐢𝐜𝐢𝐚 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥, 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐝𝐢𝐠𝐧𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐲 𝐭𝐨𝐝𝐚𝐬, y por transformar el modelo estatal excluyente —el Estado uninacional— hacia un 𝐄𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐩𝐥𝐮𝐫𝐢𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥, propuesta plasmada en su 𝐩𝐫𝐨𝐲𝐞𝐜𝐭𝐨 𝐩𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝟏𝟗𝟗𝟒.
Sin embargo, en los últimos años, el clima político del país se ha polarizado fuertemente entre «correístas» y «anticorreístas», lo que ha contaminado el análisis público y 𝐨𝐩𝐚𝐜𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐛𝐚𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐟𝐨𝐧𝐝𝐨. En medio de esta polarización, se ha desdibujado el papel histórico de la CONAIE como una fuerza social autónoma, con propuestas propias en beneficio de los sectores populares, empobrecidos/as y marginados/as tanto del campo y la ciudad.
Hoy en día, 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐮𝐫𝐬𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐝𝐞 𝐣𝐮𝐬𝐭𝐢𝐜𝐢𝐚 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥, 𝐫𝐞𝐝𝐢𝐬𝐭𝐫𝐢𝐛𝐮𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐫𝐢𝐪𝐮𝐞𝐳𝐚, 𝐚𝐜𝐜𝐞𝐬𝐨 𝐮𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐚𝐥 𝐚 𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐮𝐝, 𝐞𝐝𝐮𝐜𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧, 𝐯𝐢𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐚 𝐲 𝐭𝐫𝐚𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐝𝐢𝐠𝐧𝐨, es asociado automáticamente con la Revolución Ciudadana. Pero esa relación es simplista y peligrosa, ya que 𝐞𝐬𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐦𝐚𝐧𝐝𝐚𝐬 𝐧𝐨 𝐬𝐨𝐧 𝐞𝐱𝐜𝐥𝐮𝐬𝐢𝐯𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐧𝐢𝐧𝐠𝐮́𝐧 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐝𝐨 𝐩𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐨, sino que han sido banderas levantadas por la CONAIE desde mucho antes.
Como consecuencia, cualquier dirigente indígena, de las filas de CONAIE, que critique al modelo neoliberal o al gobierno actual es acusado —muchas veces sin fundamento— de ser aliado de la RC (Revolución Ciudadana). Esto pasa por alto que 𝐞𝐬𝐭𝐨𝐬 𝐥𝐢́𝐝𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐡𝐚𝐧 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐌𝐨𝐯𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐏𝐥𝐮𝐫𝐢𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥 𝐏𝐚𝐜𝐡𝐚𝐤𝐮𝐭𝐢𝐤, instrumento político del movimiento indígena, y que su postura crítica responde a una coherencia con su historia y no a una militancia partidista.
Mientras tanto, desde las redes sociales y ciertos sectores aliados al gobierno de turno, se intenta posicionar a otros actores como «los nuevos líderes» de la CONAIE. Sin embargo, 𝐞𝐬𝐭𝐨𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞𝐬 𝐧𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐱𝐢𝐨́𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐥𝐮𝐜𝐡𝐚𝐬 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐢𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚𝐥𝐞𝐬, 𝐜𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞𝐧 𝐝𝐞 𝐩𝐞𝐧𝐬𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐜𝐫𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐨, y en muchos casos 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐨𝐧𝐝𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐞𝐬𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐞𝐜𝐨𝐧𝐨́𝐦𝐢𝐜𝐨 y no al de las comunidades. Se trata de una estrategia para debilitar la organización desde adentro, tratando de reemplazar a sus voceros legítimos por figuras funcionales al modelo neoliberal que busca imponer el gobierno actual, representado por el empresario bananero Daniel Noboa Azín de Acción Democrática Nacional, ADN.
Esta agitación en redes pretende reconfigurar la dirección de la CONAIE en favor de sectores sumisos al poder económico, social, político, que 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐢𝐩𝐢𝐨𝐬 𝐟𝐮𝐧𝐝𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥𝐞𝐬 𝐲 𝐧𝐨 𝐫𝐞𝐩𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐭𝐚𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐦𝐚𝐧𝐝𝐚𝐬 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨́𝐫𝐢𝐜𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐨𝐯𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐢𝐧𝐝𝐢́𝐠𝐞𝐧𝐚. Pero no se puede olvidar que muchos de los dirigentes hoy señalados como “correístas” 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐨𝐧, 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐦𝐨𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨, 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐝𝐞𝐧𝐮𝐧𝐜𝐢𝐚𝐫, 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐢𝐫 𝐲 𝐞𝐧𝐟𝐫𝐞𝐧𝐭𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐚𝐬 𝐫𝐞𝐠𝐫𝐞𝐬𝐢𝐯𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐜𝐢𝐞𝐫𝐭𝐨𝐬 𝐬𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐠𝐨𝐛𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐢𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐏𝐚𝐢́𝐬, incluso siendo perseguidos y criminalizados por ello.
Por eso, 𝐞𝐥 𝐟𝐮𝐭𝐮𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐂𝐎𝐍𝐀𝐈𝐄 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐝𝐢𝐫𝐚́ 𝐞𝐧 𝐫𝐞𝐝𝐞𝐬 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥𝐞𝐬 𝐧𝐢 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐩𝐚𝐜𝐢𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐨𝐩𝐢𝐧𝐢𝐨́𝐧 𝐦𝐚𝐧𝐢𝐩𝐮𝐥𝐚𝐝𝐚, sino en su 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐮𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐨𝐫𝐠𝐚𝐧𝐢𝐳𝐚𝐭𝐢𝐯𝐚, 𝐞𝐧 𝐬𝐮𝐬 𝐚𝐬𝐚𝐦𝐛𝐥𝐞𝐚𝐬, 𝐞𝐧 𝐬𝐮𝐬 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐢𝐭𝐨𝐫𝐢𝐨𝐬 𝐲 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐛𝐚𝐬𝐞𝐬. Ellos y ellas serán quienes definan el camino a seguir, las luchas por sostener y las voces legítimas que representen su historia, su presente y su visión de país frente al avance de las derechas en Ecuador y en el mundo.