
150 Años del Levantamiento de 1871
Por: Carlos Moreno Arteaga
Revisando las grandes sublevaciones durante la Audiencia de Quito y en los primeros años de la nueva República, la presencia de las mujeres la encontramos en primera línea. Sean como cabecillas o lideresas, como tropas en cada acontecimiento importante, como vanguardia en el cuidado y protección de sus líderes o como proveedoras de pertrechos y víveres a los sublevados. Por eso, el poder colonial y republicano se ensañó también contra ellas: asesinadas cruelmente a mano de sus verdugos, ahorcadas, desmembradas y colocadas sus cuartos en lugares públicos, deportadas a otras provincias, confiscados sus bienes, violadas, confinadas como castigo a los obrajes, humilladas en la plaza pública con el corte de sus cabellos, el azote, la desnudez, la desesperanza.
Nombres inmortales que ya son parte de nuestra identidad nacional, no pueden ser borrados de la memoria: valientes mujeres de la familia Llongo que participaron en la sublevación de Alausí en 1764; heroínas de la talla de Bárbula Sinaylin y Marcela Tasi en el obraje de San Idelfonso en el año de 1768; mulatas firmes como Gabriela Ninal o Francisca Trabes en San Phelipe en 1771 quienes no aceptaron ir detrás de los varones, sino que “ellas yrían de frontera” (sic); las llamadas “cacicas” de Otavalo en el levantamiento del año 1777 Antonia Salazar, María Juana Cotacache, Rita Piñán, Liberata Otavalo, Clara Guararu, Rita Guacán; las valientes hermanas Baltasara y Manuela Chiuza, mujeres mestizas de Guano que en 1778 fueron asesinadas por su participación en la sublevación; el papel de Thomasa Meneses o Rosalía Sanchez quienes al grito de “Viva el rey, y muera el mal govierno”(sic) condujeron el motín de las recatonas (vendedoras del mercado) en Pelileo allá por 1780, luego de lo cual fueron deportadas; o luego en Quisapincha la valentía de Rosa Señapata quién alentaba a los sublevados y se defendía con “tierra, y tenía una talega que llaman sigra llena de piedras” o en Pillaro el coraje de Petrona Villara, Josefa Ceballos, Michaela Lescano, azotadas y obligadas a trabajos forzados; ese mismo año en Baños la presencia de las mujeres como Martina Gómez, Juana Sánchez, Andrea Vilastigui o Balentina Balseca que se opusieron al Visitador de Estancos y por eso fueron sentenciadas a azotes, pago de multa y les raparon la cabeza como humillación pública; y las inmortales Lorenza Avemañay, Lorenza Peña y Jacinta Juarez quienes por su heroica participación el levantamiento de Columbe y Guamote en 1803, fueron condenadas a la ahorca y luego fueron “descuartisadas, y cortadas sus Cabezas, las que con sus cuartos, serán colocadas en diferentes sitios públicos para que sirvan de escarmiento” (sic); la “bondad” de la corona permitió que al estar embarazada, Lorenza Peña no sea ejecutada ese momento, sino que se espere que dé a luz y luego sea colgada en la ahorca.
Ya para finales del siglo XIX, el Teniente Parroquial de Cicalpa Dario Latorre, “con lágrimas en los ojos” informaba al Juez Letrado de Hacienda de la provincia de Chimborazo, del inicio de la rebelión indígena “…nos encontramos amenazados de toditita la indiada…” y solicitaba les remita “fuersa armada, unos fuciles i municiones” (sic). De esta forma, ponía en evidencia, el carácter multitudinario del más importante levantamiento en 1871 y el consecuente temor de los habitantes de los pueblos y de sus autoridades civiles y eclesiásticas.
Como siempre, la participación de las mujeres fue en primera línea, no solo de la mítica Manuela León que pervive en la memoria de sus descendientes y que, a estas alturas, pese a que todavía no se han encontrado fuentes documentales precisas, es ya un ícono de la lucha y la resistencia de las mujeres a toda forma de explotación. También están Martina Losano, esposa de Daquilema, María Chasefas, Francisca Maji, Manuela Chinvor, Manuela Silsi, Juana Yucajas, Manuela Mochas, Estefa Yubailla, Petrona Masa y miles de nombres más.
Recordemos que toda la vida el poder ha pretendido desaparecer los hechos, los nombres y las imágenes de las heroínas indígenas; ¿por qué no pensar que lo mismo se pretendió hacer con Manuela León? ¿Tal vez masculinizando su nombre con el de Manuel León quien fue ejecutado el 8 de enero junto a Julián Manzano? Preguntas y respuestas inconclusas. Para suerte, la sabiduría del mundo andino encarnó en Manuela León al mito que represente a los miles de mujeres constructoras de esta patria, para así explicar y comprender mejor su historia.
Paradoja:
Según la mitología griega, Clio es la diosa de la Historia. Una de las nueve musas inspiradoras de las artes. Clio fue considerada “la celebradora de la historia, de hechos asombrosos y logros increíbles. Ella los proclamaría y relataría la historia de los héroes”. La diosa de la historia, Clio inspira y solo los hombres son los que la hacen, la escriben y la cuentan.