Si hablar de cultura es un gran compromiso, asumirse como parte de la Cultura Viva Comunitaria (CVC) exige mayor responsabilidad, pues implica vivirla y defenderla con evidencias que verifiquen su vigencia en el territorio. Consagrada como cuarto principio de la Ley Orgánica de Cultura vigente, la CVC se plantea como un espacio intermedio, donde la gestión pública y la privada agotan sus fronteras.
Para intentar una caracterización de ella propongo ubicar dos momentos claves en el debate del concepto de «cultura». Un primero, que establece la oposición entre alta cultura y la cultura popular y que, con la emergencia en los últimos años de las diversidades, abrieron la perspectiva para pasar de la unicidad de la «cultura» a la pluralidad de las culturas.
De aquí se origina el segundo momento, cuando las reflexiones de la palabra «cultura» de los últimos 30 años nos han conducido, no sé si por ego artístico o contrariamente por un reconocimiento sincero de nuestras limitaciones humanas, a afirmar con cierta ligereza que «cultura es todo y que todo es cultura». Pues, resulta que es, desde esa «indefinición», que se han construido los discursos que desde 2007 han fundamentado las incipientes políticas culturales que en el 2016 configuraron un primer intento de Ley Orgánica de Cultura.
En este escenario, atreverse a delimitar los ámbitos imprecisos y cambiantes de las culturas, en base a la reflexión y debate de las esencias y proyectos de vida de los diversos sectores y territorios implicados en el tema cultural, me parece un esfuerzo digno de reconocimiento; pues, nos estaría invitando a recorrer caminos que nos permitan alejarnos de una generalización de la cultura, y así avanzar con mayor criterio generando certezas en la construcción de la política pública cultural.
Ese reto lo están asumiendo las organizaciones que se reconocen y asumen como parte de Cultura Viva Comunitaria quienes se han auto convocado este sábado 16 de julio del 2022, para discutir un proyecto de ordenanza que según Isaac Peñaherrera, integrante del Núcleo Dinamizador de CVC Ecuador, beneficiaría a 150 puntos de cultura concentrados en Quito, de los más de 300 existentes en el país.
Si analizamos este hecho bajo la consideración de que la democracia representativa, por su volubilidad, está casi siempre en crisis de legitimidad social; es estratégico, para un ejercicio democrático más íntegro, el impulsar y multiplicar espacios de democracia participativa que fortalezcan el tejido social; más aún, si se asume esta tarea como un ejercicio eminentemente cultural, es decir, de transformación de: las formas de convivencia democrática, de construcción del poder comunitario y de procesamiento de las diferencias políticas.
En el Ecuador, desde octubre de 2019 asistimos un proceso degenerativo en el procesamiento de la diversidad cultural, por la ausencia de una orientación clara y contundente del Estado en su conjunto para entendernos como sociedad intercultural. En el 2022, luego de una pandemia cuyos aprendizajes de humanidad no hemos logrado asumir; la situación ha llegado a una degeneración tal que, perversamente, el racismo, la aporofobia y la discriminación son vistos como atajos atractivos para evitarnos caminos políticos más sostenidos, sensatos y maduros de acercarnos al otro u otra.
Esto prueba en gran medida que el dilema que vive la humanidad en este espacio tiempo es eminentemente cultural. Es decir, la economía, política, justicia y todo aquello que ha sido producido por el devenir de la humanidad, ha entrado en su fase crítica y requiere una transformación de fondo y no solo de forma. En el fondo está su origen y propósito de vida, es decir, su horizonte cultural. En las formas están los caminos específicos para alcanzar esos propósitos.
Por tal razón, es preciso recalcar la importancia de que se vayan delimitando los ámbitos y caminos de la gestión cultural desde el fondo de su concepción, a través de la discusión de normativas que permitan, en el caso del sector de la Cultura Viva Comunitaria, reconocer, fortalecer y fomentar puntos de CVC para que se multipliquen en cada territorio del DM de Quito; eso antes que, limitar, burocratizar y ralentizar sus procesos sociales posponiendo sus sueños colectivos.
Por: Rosendo Yugcha Changoluisa, Comunicador Social. Desde el barrio. Foto portada: CVC. Julio 15 de 2022