Por: Inti Cartuche Vacacela
Kichwa, Saraguro. Sociólogo
Diciembre 22 de 2019
Parte II
Las luchas sociales contra la violencia y el despojo de los cuerpos y territorios
Por otro lado, contra el avance derechista de la región y del mundo, han explotado un sinnúmero de luchas y levantamientos populares en casi toda la región en los últimos tres meses del 2019. Hay que decir que de manera continua las organizaciones de mujeres y los diversos feminismos han estado en las calles de varios países casi todo el año, sobre todo en el tema crucial para los derechos de las mujeres como es el aborto, así como contra la profundización y diseminación de la violencia feminicida que ha campeado en los últimos años.
Las movilizaciones de las mujeres han sido masivas sobre todo en el cono sur (Argentina, Uruguay y Chile) llenando plazas y calles sobre todo el 8 de marzo cuando se llamó, como desde hace un par de años, a una huelga nacional feminista. La movilización de las mujeres logró en algunos países la aprobación de la legalización del aborto y una creciente conciencia del problema de la violencia contra ellas, que sin duda está teniendo una repercusión cada vez mayor en la estructura cultural y social. Algunos han llamado ya a la movilización feminista como una verdadera revolución cultural que transforma para siempre las estructuras mentales y prácticas más profundas sobre las que está construida las relaciones entre varones y mujeres en todo el mundo.
En este sentido creo que el 2019 es el año de la consolidación de la lucha feminista y, de alguna forma su continua movilización durante todo el año ha preparado el terreno para las movilizaciones de otros sectores sociales golpeados o amenazados por el retorno virulento del neoliberalismo. Quizá el fenómeno más llamativo y generalizado, que cierra con broche de oro ese progresivo aumento de fuerza y cuestionamiento a la estructura violenta del patriarcado, ha sido lo que ha ocurrido con la performance llamada “Un violador en tu camino” del colectivo “Las Tesis”. Originalmente realizada en Chile en medio de las protestas de octubre y noviembre contra el gobierno de Piñera, ya ha alcanzado nivel mundial y cruzado fronteras sociales, culturales y regiones, y ha permitido un posicionamiento frontal y masivo (por ejemplo 10000 mujeres cantando la canción frente al estadio Nacional de Santiago) al problema de la violencia contra la mujer en todas las sociedades, e interpela a toda la sociedad y los gobiernos a respuestas concretas tanto como políticas públicas como práctica cotidiana.
Otra de las luchas que se están llevando a cabo, aunque no de forma tan visible, pero no menos importante, es por la defensa de los territorios del avance del extractivismo en territorios indígenas y campesinos, amenazando sus vidas y la naturaleza. A lo largo y ancho del continente, diversidad de luchas cotidianas, diversidad de pueblos, están poniendo el cuerpo para defender sus medios de existencia. Tal ves el caso que más se habla sea el de la Amazonía, uno de los últimos bosques tropicales del mundo, reservorio de agua dulce y habitat de cientos de pueblos indígenas, contactados o no, por la civilización moderna capitalista. Se encuentra amenazado de muerte por la decisión del gobierno de Bolsonaro de ampliar la fronteras selváticas para la agro industria, el biocombustible, la minería a costa del despojo de los territorios indígenas reconocidos por el propio estado brasileño. Los incendios en la Amazonía de septiembre último (aunque no los primeros ni probablemente los últimos) han sido devastadores para la vida de la selva en toda su dimensión. Los factores que los provocaron, a más del imparable calentamiento global, apuntan a los empresarios agro industriales, los contrabandistas madereros interesados en abrir la selva a sus negocios con a complicidad del gobierno brasileño.
Así como en el Amazonas, en varias regiones del continente la lucha contra el extractivismo y el despojo de los territorios ha sido una lucha constante en el Walmapu mapuche, en la Chiquitanía boliviana, en varios lugares de la sierra peruana defendiendo las fuentes de agua, en México contra los mega proyectos.
Por último, el último trimestre del año vio la explosión social de levantamientos populares en toda la región. Miles de hombres, mujeres, pueblos y organizaciones se han movilizado por las calles, ciudades, carreteras del continente en contra de sus respectivos gobiernos, o más bien en contra de la política neoliberal capitalista que pone en riesgo cada vez mayor el sostenimiento de la vida de la humanidad y del planeta.
Así por ejemplo, Haití desde finales de septiembre está levantado contra un gobierno que ha profundizado la crisis económica expresada en la falta de empleo, de acceso a servicios básicos y derechos fundamentales como salud y educación, en general la expansión de la pobreza en un país que ocupa los primeros lugares en índices de pobreza en el mundo. La situación está lejos de solucionarse, la población movilizada ha pedido la salida del presidente, éste ha respondido como ya es común con violencia.
A principios de octubre en Ecuador, luego de que el gobierno anunciara reformas económicas impuestas por el FMI, y el retiro del subsidio de los combustibles por el decreto 883, las organizaciones indígenas y populares llamaron a un Paro Nacional que con el pasar de los días se convirtió en un verdadero levantamiento indígena y popular liderado por la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, de una masividad que nos se había visto por más de una década. Carreteras cerradas e toda la sierra, marchas por las ciudades de las provincias y protestas en las principales ciudades. El gobierno, en un acto irresponsable huyó a Guayaquil, pretendiendo hacer caso omiso de las exigencias del levantamiento que eran la derogatoria del decreto y el llamado a un dialogo nacional para la construcción de una propuesta económica alternativa y global a la propuesta por el FMI. Finalmente por la presión cada vez mayor de la movilización, y luego de una represión no vista antes, el gobierno tuvo que sentarse a un dialogo público y televisado con la CONAIE y derogar el decreto 883. A más de dos meses del levantamiento el gobierno sigue empecinado en aplicar reformas económicas a espaldas de la sociedad para solucionar una crisis económica (más provocada que heredada para justificar la política neoliberal). Luego de casi diez años de gobierno progresista la movilización indígena y popular cambió la correlación de fuerzas políticas de cara a las elecciones presidenciales y frente a la política neoliberal.
Igualmente a finales de octubre, las organizaciones populares en Colombia llamaron a un Paro Nacional que también sorprendió por la gran cantidad de personas que plegaron en varias ciudades del país. La razón nuevamente el intento de aplicación de reformas tributarias y ajustes económicos (eliminación del fondo estatal de pensiones, aumento de la edad de jubilación, reducción de presupuesto para la educación en otras), que el gobierno de Duque quiere aplicar, esto con el telón de fondo del incumpliendo de los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC, la violencia desatada en la región del Cauca contra dirigentes sociales, principalmente indígenas. Las soluciones reales están lejos de concretarse. Al igual que en los otros países como intentos de silenciar el descontento populares se decretó toques de queda en varias ciudades del país. La respuesta creativa de la gente ha sido desafiarla con contundentes cacerolazos.
Luego, vino Chile. El motivo, la subida del pasaje público en los metros de las principales ciudades del país. Pero ese fue solo el pretexto para la explosión de una sociedad que ha vivido décadas de dictadura y neoliberalismo que provocaron una diversidad de problemas. Por eso decían “no es solo 0.30 ctvs son 30 años” para indicar que el problema es de fondo, de una país que se acostumbró a vivir en la precariedad pero maquillada y mostrada al mundo como ejemplo a seguir por los otros países de la región. La movilización lleva ya casi dos meses y se ha ido radicalizando, han pedido la salida de Piñera y la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que permita fundar el país en un nuevo pacto social que no sea el mismo que ha llevado al país a esta situación.
En resumen al finalizar el 2019 los sectores sociales populares, indígenas, campesinos, trabajadores, mujeres han puesto con sus movilizaciones en debate y disputa las políticas de los gobiernos de la región, la desigualdad estructural histórica, la violencia sobre los cuerpos de mujeres, indígenas, campesinos y sobre los territorios amenazados por el avance del capitalismo, la derechización política y el conservadurismo social que ha emergido en los últimos años.
Una de las cosas que más llama la atención en toda la región es el nivel de violencia desplegado por las fuerzas estatales, que algunxs llaman como una nueva guerra contra insurgente en América Latina (Verónica Gago) dado el nivel de agresividad contra las personas que han salido a rechazar a sus gobiernos y el sistema económico imperante. Violencia guerrerista que ha cobrado más de 100 vidas en todo el continente, centenares de heridos y una particular forma de agresión no vista antes en tanta cantidad: las lesiones oculares (alrededor de cien personas en Chile por poner el ejemplo más brutal). Política guerrerista, que por ejemplo en Ecuador, no ha parado después del levantamiento. El gobierno busca construir al movimiento indígena como un enemigo interno, como la “subversión” a combatir. Y en esa línea está fortaleciendo su capacidad represiva (hace unos días se sabe que las fuerzas represivas han adquirido nuevos trajes de combate). Todo eso tiene sentido en el marco de aplicación del neoliberalismo virulento en la región, es decir, los grupos de poder están dispuestos a ejercer toda la violencia y represión posible para llevar a cabo su proyecto de despojo de derechos, territorios y cuerpos.
Los levantamientos y paros nacionales, su masividad, fuerza y radicalidad no se pueden entender por fuera de la profunda crisis civilizatoria a la que el capitalismo empuja a la humanidad: empobrecimiento generalizado, destrucción de los medios de vida (trabajo, territorios, agua, semillas), violencia generalizada, migraciones obligadas, etc. Las movilizaciones que han sorprendido (a las élites) del continente (porque para los pueblos y la gente de a pie, la crisis se ha vuelto cotidiana) en el fondo es por cambiar las condiciones políticas económicas para que sea posible sostener la vida de forma digna como humanos y en relación con la naturaleza.