Por: Henry Llanes, 17 de junio de 2010
¿Por qué el gobierno de la revolución ciudadana nacional tiene tanto apuro e interés de reformar la Ley de Radio Difusión y Televisión? ¿talvez le preocupa que el soberano, que es el pueblo, se exprese libremente a través de los medios de comunicación denunciando la corrupción, la falta de control contra el crimen, el secuestro y el narcotráfico? ¿acaso no son estos hechos execrables los que debe controlar el gobierno nacional de manera urgente y eficiente? Mas aún, cuando tiene obligación constitucional de garantizar a las ecuatorianas y ecuatorianos a vivir en una cultura de paz, de seguridad integral, libre de corrupción, de erradicar la pobreza y promover el desarrollo sustentable para el buen vivir.
Lamentablemente, ante la ineficiencia del gobierno para controlar estos hechos, los criminales han impuesto su propia ley, la ley del crimen, todos los días matan a personas causando a sus familiares un dolor irreparable, respecto de los cuales, las organizaciones de derechos humanos tampoco dicen nada, se mantienen en absoluto silencio, una especie de silencio sepulcral.
Los criminales han logrado romper toda iniciativa de control del Estado, llámase fiscalía, fuerzas del orden y poder judicial. Son estos hechos los que debe controlar el gobierno nacional de manera urgente y no en si la reforma a la Ley de Radiodifusión y Televisión.
Junto a una política seguridad, una segunda tiene que ver con la generación de empleo para erradicar la pobreza, pero en ambos casos el régimen ha fallado, incumpliendo de manera expresa mandatos constitucionales, cosa igual sucede con la corrupción. De los tantos casos basta mencionar uno, lo del ministerio de deportes, luego de unos pocos días de reclusión, en la actualidad todos están libres disfrutando los dineros mal habidos.
¿A quién no le conviene de que exista libertad de pensamiento, expresión y asociación? Generalmente a los gobiernos totalitarios, autoritarios y corruptos? Para que nadie los denuncie y les pida rendición de cuentas.
El gobierno de Correa quiere seguir administrando al Estado bajo una democracia de mayorías y no bajo una democracia consensos. Una democracia de mayorías impone la voluntad de las mayorías, es una especie de dictadura del voto, por eso es que durante los últimos treinta años han fracasado las democracias de mayorías. Una democracia de consensos es diferente, la mayoría es como un respaldo para negociar, no para imponer. Una democracia de consenso es fundamentalmente diálogo y acuerdos sobre aspectos fundamentales, significa respeto a la pluralidad ideológica y a la diversidad social, económica y política.
En una democracia de mayorías como la que rige en nuestros pueblos, resulta ingenuo pensar, que el ejecutivo respetará los acuerdos legislativos, cuando en sus manos tiene el poder veto, con el cual impondrá los textos que son de su conveniencia, los que le permitirán controlar sobre todo los contenidos informativos y de opinión, y no habrá en la Asamblea Nacional una mayoría de los dos terceras partes de sus miembros para ratificar lo aprobado por dicho organismo.
Si en democracia se cierran todos los caminos para el diálogo y los consensos, si no hay otra alternativa para defender los derechos de la libertad de pensar y de expresión frente a un poder gubernamental que quiere coartarlos, no queda otra alternativa que recurrir a la calle para defenderlos sin temor y sin claudicaciones.
La libertad de pensamiento y de expresión son parte fundamental de la vida, de los derechos humanos universales, por los cuales la humanidad ha luchado durante los dos últimos siglos.
¿Quienes debe defender los derechos de la libertad de pensamiento y de expresión? Por supuesto la sociedad toda, los usuarios de los medios, los comunicadores sociales y los trabajadores de los medios.
Si la democracia cierra los caminos de la libertad de pensamiento y de expresión, entonces no es democracia, es cualquier otra cosa menos democracia.
Los derechos humanos universales hay que defenderlos por cualquier medio, con dignidad y valentía. Que la calle lo dirima.
Artículo:QUE LA CALLE LO DIRIMA
Qué oportuna es la delincuencia, cuando lo que está en juego no es en sí la seguridad, sino el deseo insaciable de poder de sectores claramente alineados con un status quo que fenece en el mundo entero; que triste es mirar que la vida no vale nada cuando de ideas se trata y vale, cuando se quiere precautelar una materialidad y un país de unos pocos; este ha sido el escenario bien construido por parte de algunos medios de comunicación antes del informe de la Comisión de la Verdad; Sí; libertad de expresión con el respeto intercultural que tengo para disentir y callar para evitar circos romanos en beneficio de los sectores que están claros de la psicología de de las organizaciones de ayer y hoy como mecanismos de división y fragmentación de pensamiento. Caer en el juego es fácil; cuando estamos frente a una sociedad que se ha impedido el derecho del control y autocontrol; cuando se considera a la rendición de cuentas tan solo que otros la deben implementar y nos seguimos molestando en la familia cuando alguno de sus miembros nos solicitan cuentas de nuestro sueldos y largas estadías fuera de la casa; ¿de eso también serán responsables, los gobiernos?.
Estamos en un país donde la unidad es el problema y los ataques es a ese valor fundamental que al hacerse realidad, el Poder Popular también se hará; con más o menos niveles de conflictividad pero con una fuerza capaz de destruir verazmente hasta la doble moral de las ideologías y posiciones políticas; dentro de una militancia en función del bien común y una militancia por el sumak kawsay, donde realmente se mire y sienta la Naturaleza como determinante de esa espiritualidad invocada por la Pacha Mama y nuestros sabios.
Patricia Aguilera