Por: Verónica Yuquilema Yupangui
Kichwa de la Nación Puruhá. Abogada
Septiembre 19 de 2019
(Parte IV) [1]
- Insurgencias y resistencias: ¿Por qué seguimos de pie?
Linda Tuhiwai Smith (2015) académica maorí, en su libro A descolonizar las metodologías. Investigación y Pueblos Indígenas hace mención a la necesidad y responsabilidad que tenemos los y las jóvenes investigadoras “indígenas” para contar y escribir una «contrahistoria», la misma que la historia universalizada eurocéntrica ha conseguido silenciar durante años bajo la etiqueta de mito, creencia, rito, etc.
En virtud de aquello, en esta parte lo que se pretende de modo sucinto es visibilizar los mecanismos/estrategias micropolíticos que nuestras madres, padres, abuelos y abuelas nos han transmitido para contrarrestar el racismo e impedir un mayor «epistemicidio» (Santos, 2010). No ahondaré en las estrategias de lucha a nivel macropolítico llevadas por el movimiento runa, las que dicho sea de de paso, también han sido silenciadas[2].
- El amor de nuestros padres y madres que el colonialismo no mató
“Yo uso anaku y sombrero orgullosamente. Hablo dos lenguas. Yo soy indígena fina.” son algunas de las frases que mi madre me repetía desde muy pequeña, estos saberes transmitidos por mi madre y mi padre son los que me han permitido ser y estar en esta sociedad. Vivir en una ciudad dominada por una cultura superiorizada requiere que las culturas subalternizadas coloquen esfuerzo y energía para su supervivencia, caso contrario, como ya ha ocurrido, estamos condenados a morir como culturas con pensamiento filosófico y epistemológico.
En consecuencia, destaco la importancia y el valor que han tenido nuestros padres y madres en la continuidad de nuestra historia y vida como pueblos; ha sido el amor surgido desde su consciencia e historia como pueblos milenarios lo que les continúa motivando a legar a sus hijos e hijas el amor hacia sus pueblos, reivindicando y revalorizando sus saberes y prácticas como parte de ontologías de vida con pensamiento y conocimiento.
Son ellos y ellas, las que ante la amenaza colonizadora tuvieron y siguen teniendo que asumir la gran responsabilidad de reforzar el valor, orgullo y sentido del ser runa en nuestro desarrollo como seres humanos. Nadie les ha exigido, así como tampoco, nadie les ha reconocido ese logro; no obstante, día a día nos han enseñado/educado el sentido que tiene usar el anaku o el poncho, la siembra de nuestros alimentos y el respeto hacia la allpamama, nos han motivado a aprender nuestras lenguas, nos han inculcado desde sus posibilidades y limitaciones el amor hacia nosotra/os misma/os y hacia nuestros pueblos, impidiendo que la vergüenza y el miedo ganen su batalla, aunque en efecto, sea muy complejo batallar contra toda una estructura colonial y capitalista que ostenta de poder y recursos para inferiorizarnos.
Esas batallas micropolíticas que se han hecho puertas adentro, desde acciones concretas han sostenido en gran medida los avances a nivel macropolítico de los pueblos y nacionalidades y del propio Estado ecuatoriano, pues tal como afirmaban nuestras compañeras feministas del norte global en el siglo XX: lo personal también es político.
- «Rumi shunku» una estrategia potente de lucha contra el opresor
No hemos tenido el derecho de exteriorizar, de gritar que el racismo nos mata por dentro, ese ha sido un lujo que no nos hemos podido permitir. Nuestras madres y padres lo sabían muy bien, por eso, a nosotra/os, sus hija/os nos inculcaron que debíamos ser fuertes, que no debíamos dejarnos vencer ni humillar por nada ni nadie, eso fue lo que aprendieron en los procesos de resistencia y combate al sistema colonial, heteropatriarcal y capitalista emprendidos por los y las abuelas y por sí misma/os. Fruto de ese proceso surge la estrategia expresada en «rumi shunku».
Rumi shunku es una expresión que se usa en kichwa para identificar a una persona que tiene un corazón duro, fuerte o imbatible. Haciendo una lectura, dentro del contexto histórico y político de la población runa, ser rumi shunku, al mismo tiempo que implicaba la represión y el silenciamiento del sufrimiento, era una herramienta de sobrevivencia y resistencia.
Como herramienta de sobrevivencia: Ante el racismo tan burdo, nuestra/os abuela/os tuvieron que devolver con violencia, la violencia que les era conminada. Las mujeres eran, por supuesto, las que corrían con peor suerte, su cuerpo era de dominio del colonizador, eran abusadas inmisericordemente, ellas tenían que esconderse/huir para no ser violadas, enfrentar al patrón y ser muertas por ello o por ejemplo, cuando iban por los caminos de sus llaktakuna[3], los hombres iban caminando en frente para proteger a sus esposas e hijas de las manos del opresor que podía increparlas en cualquier lugar.
Más adelante en la época de nuestros padres y madres, ya en el siglo XX, el relato del compañero Baudilio Quizhpe (2018), kichwa Saraguro de aproximadamente 55 años de edad, rememorando su adolescencia y juventud nos cuenta:
Nadie nos quería en el centro cantonal, sin embargo, nosotros íbamos. Nos juntábamos en grupo, siempre en grupo porque sabíamos que al finalizar una fiesta, los mestizos vendrían a ahuyentarnos, entonces, nosotros no podíamos estar solos y teníamos que saber pelear, para pararnos a su altura y no dejarnos vencer.[4]
Este mecanismo de sobrevivencia, que no es algo de lo que debemos sentir orgullo, también fue inculcado a las nuevas generaciones y aunque parezca descabellado, también fue útil en el siglo XXI.
Como herramienta de resistencia: El sufrimiento o el victimismo nunca fue una opción para los pueblos originarios, al contrario, endurecer el corazón nos ha permitido la reivindicación de nuestra historia y filosofías dentro de los Estados-nación coloniales.
Considerando el proceso histórico y de resistencia al proyecto civilizador de la población runa, la otra dimensión de «rumi shunku» podría entenderse desde la idea de la resiliencia vista como parte de un proceso biopsicosocial complejo, holístico e integral, no reduccionista ni determinista (Trujillo García, 2011), lejos del simplismo y la despolitización en que este concepto es presentado y usado, por ejemplo, en la psicología eurocentrada. De ese modo, el ser rumi shunku debe ser comprendido desde una perspectiva comunitaria y política surgida en las luchas en contra del sistema colonial y no aislado de los procesos históricos, sociales, económicos y culturales, dado que tanto las desigualdades estructurales como las acciones colectivas e individuales, basadas en la unidad, la organización y la convicción de justicia, lo hemos hecho desde nuestra condición de pueblos subalternizados.
Nuestro ser rumi shunku es una estrategia de existencia y resistencia epistémica y ontológica que hasta los tiempos de hoy nos motiva e impulsa a seguir luchando por una justicia social y cognitiva fáctica, donde los esfuerzos y luchas de cada ayllu[5], en tanto individuos, y de cada comunidad, en tanto colectividad, continúan siendo cruciales.
[1] Este apartado fue publicado por primera vez en el Dossier “Contranarrativas: Epistemologías descoloniales, racialidad y mapas de la conciencia” en la Revista Millcayac- Revista Digital de Ciencias Sociales: Yuquilema, V. (2019). Racismos invisibilizados: vivencias y resistencias cotidianas del pueblo kichwa en Ecuador. MILLCAYAC Revista Digital de Ciencias Sociales, 6(10), 41–60. Recuperado de http://revistas.uncu.edu.ar/ojs/index.php/millca-digital/issue/view/133/showToc
[2] Solo para ejemplificar, la historia universal no cuenta sobre las miles y miles de mujeres violadas y muertas en manos colonizadoras durante el periodo colonial y republicano y tampoco cuentan, las estrategias de resistencia emprendidas por mujeres como Manuela León, que lideró junto a Fernando Daquilema, en el siglo XIX una de las revoluciones más grandes en contra del Presidente republicano Gabriel García Moreno y por el contrario, prefieren hablar de héroes blancos que lucharon sin un pie y sin un brazo en el campo de batalla.
[3] En la lengua kichwa, llakta se usa para definir un espacio autónomo regido en base a principios y valores kichwa, comúnmente conocida como comunidad. El kichwa el prefijo kuna pluraliza una palabra.
[4] Fragmento de conversación mantenida el 1 de abril de 2018. Registro de audio.
[5] En la lengua kichwa, ayllu tiene una connotación colectiva en tanto grupo de personas unidas por una cuestión cultural/identitaria e individual en tanto unidad familiar ligada a grados de consanguinidad.
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