La Soberanía Alimentaria se refiere al derecho de los pueblos que viven dentro de un Estado, a definir entre todos su propia política agraria y alimentaria frente a la competencia desleal internacional que proviene de grandes empresas agroindustriales transnacionales.
La soberanía alimentaria implica además tomar acciones desde la sociedad y del Estado para priorizar la producción agrícola local para alimentar a la población; el acceso de los/as pequeños y medianos productores campesinos/as a la tierra, al agua, a las semillas y a los recursos financieros en condiciones viables; Es responsabilidad del Estado promover las reformas agrarias equitativas e impedir la expansión de la producción y consumo de alimentos transgénicos que perjudican a la producción campesina y afectan a la salud de los consumidores. Además, garantizar el acceso y uso sostenible del agua de riego como bien público y comunitario, el derecho de las comunidades campesinas a producir alimentos para el mercado local y el derecho de los consumidores a tener información para decidir lo que quieren consumir, sabiendo cómo y quién lo produce. El derecho de los campesinos y de los Estados a protegerse de las importaciones agrícolas y alimentarias demasiado baratas por la competencia desleal. La garantía de que los campesinos obtengan precios agrícolas justos vinculados a los costos de producción y la participación de los pueblos, las organizaciones, comunidades y colectivos en la definición de política agraria. El reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos y nacionalidades a definir su desarrollo desde su propia cosmovisión, en relación con su contexto territorial y cultural, y en armonía con la madre naturaleza; y en estos tiempos difíciles de pandemia el reconocimiento público de los derechos de las/los pequeños y medianos productores campesinos/as que desempeñaron y siguen desempeñando un papel fundamental en el abastecimiento de los mercados locales de alimentos a precios asequibles.
El concepto de soberanía alimentaria constituye una alternativa viable a la noción de Seguridad Alimentaria promovida por los grandes monopolios agroindustriales que da mayor importancia a las políticas de producción abundante de monocultivos dedicados a la exportación para el libre comercio. En nuestro país se da prioridad a la producción de banano, cacao, y otros productos para el mercado internacional y poco para el mercado interno. Por el lado de las importaciones bajo el entendido de seguridad alimentaria, en cambio, las empresas agroindustriales de otros países como Chile o Perú inundan nuestros mercados de manzanas, duraznos y otras frutas, a precios bajos que antes el país producía en suficiente cantidad para el mercado interno.
Con el tiempo, la seguridad alimentaria afecta a la soberanía alimentaria puesto que al dar mayor importancia al comercio internacional descuidan y dejan sin protección a la producción local y a la alimentación de los pueblos. Llevamos décadas en que los Estados dan mayor valor a las políticas de seguridad alimentaria basadas en la exportación e importación que beneficia sobre todo a las grandes empresas agroindustriales. O sea, no han contribuido en absoluto en la erradicación del hambre en el mundo. Por el contrario, se ha incrementado la dependencia de los pueblos de las importaciones agrícolas, y han reforzado la industrialización de la agricultura, peligrando así el patrimonio genético, cultural y medioambiental del planeta, así como nuestra salud. Han empujado a centenas de millones de campesinos(as) a abandonar sus prácticas agrícolas tradicionales, al éxodo rural o a la migración.
¿Qué podemos hacer para promover la Soberanía Alimentaria desde nuestras realidades?
Como productores podemos fomentar alianzas con otros pequeños productores campesinos, consumidores, con las diferentes organizaciones y movimientos sociales, medioambientales, indígenas, y realizar una gran minga de pensamiento y acción para desarrollar políticas más solidarias que superen la mirada neoliberal que prioriza las importaciones y exportaciones para el llamado libre comercio.
Como consumidores nos podemos promover un consumo informado, saludable y sostenible de productos provenientes de los productores campesinos de nuestro país que, valga destacar, con su trabajo abastecieron y sostuvieron la alimentación de las ciudades durante la cuarentena del año pasado por el Covid-19 y que continúan abasteciendo con su sacrificio los mercados de todo el país.
Además, podemos entrar en contacto con las organizaciones campesinas e indígenas para apoyar iniciativas y acciones locales y nacionales de producción campesina sostenible, la defensa de las semillas locales, acciones para evitar el consumo de transgénicos y denunciar la competencia desleal, es decir, llevar la soberanía alimentaria al debate público dentro de las organizaciones, las instituciones y el gobierno.
Por: Pachakutik Macas. Kichwa-Saraguro. Foto portada: biodiversidadla.org. Septiembre 13 de 2021.
Fuente: La vía campesina