El “Juego del Calamar” ha dado paso a la escritura de muchos artículos, a la creatividad de cientos de memes, incluso se han planteado conversatorios en universidades para analizar la serie. Este escrito se inscribe en mainstream del momento para reflexionar sobre un tema desplazado en los tratados políticos actuales: el Estado neoliberal. “El Estado es esa ilusión bien fundada, ese lugar que existe esencialmente porque creemos que existe” (Bourdieu, 23), esta definición debería darnos múltiples herramientas para entender la ontología del Estado neoliberal.
Para mirar con mayor detalle ese funcionamiento se retoma el “capítulo 4” de dicha serie.
El apartado inicia de la siguiente manera. Los concursantes del juego, después del primer reto, deben formase para recibir su comida respectiva. Van ordenándose, forman una fila, donde uno a uno va recibiendo su porción. Hasta ahí todo va normal.
En un segundo momento, la trama toma elementos inusitados. Unas cuantas personas vuelven a formarse para recibir una nueva porción de comida. Es decir que se toman la comida de los otros para beneficiarse individualmente. “yo aquí no veo tu nombre”, por tal motivo puedo repetirme la comida.
Esto desata un primer conflicto, la violencia aparece como la forma natural de expresar el descontento de unos y la rabia de otros. Aquel que robó la comida le dice a su víctima: “como un tipo como tú es tan avaricioso con la comida”, y empieza a golpearlo. Le alecciona, argumentando que debe aprender a compartir. Da enseñanzas de moral al otro, al otro que reclamaba su comida. Los golpes son tan fuertes y contundentes que terminan por matar al que reclama. Es decir que el más fuerte alecciona desde la violencia para impartir un tipo de moral, incluso matando.
Mientras esto sucede, el resto solo mira el hecho, no hacen nada, quizá por miedo, quizá por sorpresa, se quedan impávidos, apenas pueden reconocer el fallecimiento de un participante. Logran reaccionar cuando un tercero reclama por la muerte a los celadores, a los que tienen la legitimidad de usar la fuerza para mantener el control.
Uno de los testigos se atreve a incriminar y señalar al asesino ante los vigilantes. Al ver que los agentes de control están sumidos en el silencio y no hacen nada, el testigo sigue gritando; grita al aire, como si le increpara a un dios omnipotente para que responda por la muerte. “un hombre acaba de morir, no escucharon, no pueden matar a gente así de simple”.
Desde las cámaras [en un espacio fuera del escenario central], quien es el administrador del juego, solo mira los reclamos. En ese momento suena la voz de una máquina que dice: “jugador 107, eliminado”. En las pantallas se marca la muerte del jugador, acto seguido caen unos billetes al recipiente que guarda todo el dinero acumulado. Queda claro que cada muerte es en el fondo una mayor acumulación de dinero.
Ahora bien, que tiene que ver todo esto con el funcionamiento del Estado. Lo primero que hay que manifestar es que el Estado aparece como un dios que nadie lo puede ver, pero que su presencia, aun siendo ilusoria, genera un sentido de vida, es un ser omnisciente que ordena el tejido social. Igual que en los hechos narrados, muchas veces el Estado tiene oídos sordos a los reclamos de los ciudadanos. Muchas veces nadie responde por la muerte, por las muertes de que los que habitan un espacio. Lo máximo que llegan hacer es a administrar esas muertes, eso en el mejor de los casos porque muchas veces ni siquiera eso.
La serie continua. Al ver que ningún celador hace nada al respecto, más allá de recoger el cadáver, la indignación se posa en todas los participantes. A tal punto es la serenidad de los agentes, que el asesino lanza una sonrisa de sarcasmo frente a todos como signo de burla y advertencia hacia los otros.
En este momento la trama da un giro rotundo, porque nadie puede descuidarse de su vida, pues nadie protege a nadie: “Esta noche es peligroso dormir”, afirma uno de los participantes. Efectivamente, esa noche nadie podrá dormir porque saben que hay libertad para hacer lo que sea, sobre todo matar a los otros.
Mientras tanto el asesino, de forma espontánea, rápidamente, se hizo de un grupo, y se convirtió en su líder. Este grupo quiere controlar el espacio y para esto debe derrocar cuanto obstáculo se le ponga al frente. Es el propio estado de naturaleza del que hablaba Hobbes, Homo homini lupus.
En ese momento saben que: “Si alguien comienza a atacar debemos mantenernos unidos”. Lo mínimo que cada participante debe hacer, es organizarse porque hay un grupo que acechara por tener el control del espacio. Nadie puede dormirse, y si lo hacen debe ser baja el amparo de alguien, caso contrario la muerte es segura. Individualmente es difícil sobrevivir, el peor error es quedarse solo, aislado; necesariamente hay que confiar en alguien para sobrevivir.
En la noche se prepara un motín, todos pueden morir. Uno de los celadores dice explícitamente a uno de los participantes: “Les dieron menos comida para hacerlos pelear”, “los débiles serán eliminados antes de que comience el próximo juego, todo es parte del juego”. Le aconsejan a un participante que se quede con el equipo más fuerte, caso contrario será eliminado. La violencia ha dejado de ser usada por quien la detenta de “forma legítima”, y a pasa a manos de un grupo que quiere imponer su orden, quieren hacerse del poder.
Se vive una tensa calma minutos antes de que las luces se apaguen. El poder omnisciente nunca ha dejado de tener el control, solo que ha preferido mirar hacia a otro lado, para que los mismos individuos se autorregulen, tal como funciona el mercado liberal, con la falacia de la mano invisible, que deja afuera a los más débiles.
Hay grupos definidos, todos los que quieran sobrevivir deben hacerse a uno. Los celadores salen del espacio, nadie cuida de nadie. Se vive un verdadero reino animal donde el más fuerte tratara de imponer su fuerza. El administrador del juego, placido en su cámara, solo observa cómo se van a matar. Como se van a autorregular.
Se apagan las luces y empiezan las muertes. El asesino de la primera escena lo primero que hace es cobrar venganza de quien le acuso en público; de forma atroz liquida a esa persona, para ir por la siguiente y por la siguiente.
El administrador del juego, desde un ático donde tiene un sinnúmero de cámaras que lo controlan todo, observa lo que sucede a través de televisores; no le parece suficiente lo que ha generado, así que prepara mejor las condiciones para que estos actos se den de forma más “espontánea”. Ordena poner luces de tensión en el ambiente, las luces se prenden y se apagan como si fuera un escenario apocalíptico.
Bajo estos argumentos nace un segundo punto dentro del funcionamiento del Estado. El Estado observa y crea las condiciones para que las personas actúen, pero además conoce casi todo lo que sucede en el espacio que este administra. Muchas veces conociendo todo lo que puede suceder, el Estado vira sus ojos y cierra sus oídos de forma voluntaria. Uno de las acciones preferidas es favorecer a los grupos más fuertes, desde la invisibilidad crea condiciones materiales para que estos tengan mayor peso e inmediatamente puedan mantener el control político y económico.
Los únicos que pueden mantener cierto contrapeso son lo que se organizaron, el resto es asesinado. Todos gritan pidiendo auxilio a los celadores, estos están detrás de las puertas donde solo se escuchan los ruidos de las personas peleando al interior de la sala.
El jugador más anciano grita pidiendo que se calmen: “todos vamos a morir”, grita de forma desesperada. Al ver esto tras las cámaras, el administrador, le pide a uno de los celadores que detengan todo; se prenden las luces, los celadores ingresan a la sala, lanzan balas, y ordenan todo de nuevo; retoman el control después que las fuerzas naturales han hecho lo suyo.
Así es cómo funciona el estado neoliberal:
- Administrando la vida y la muerte
- Deja que las personas se maten entre sí, para que esas muertas aparezcan como naturales.
- Lanza balas para volver a tomar el control.
- Recoge los cadáveres de los muertos para incinerarlos, a veces ni eso logra hacer, sobre todo con los seres anónimos, porque no hay quien los reclame.
- Deja que funcione todo como un mercado donde los más fuertes se comen, literalmente, a los más débiles.
- Contabiliza las muertes porque solo en esa medida se puede acumular más dinero.
Se han eliminado muchas vidas, y lo hicieron con el auspicio del Estado, pero sin el Estado, es decir que éste lo sabía todo, lo provocó y no interfirió en nada, dejo que las fuerzas naturales lo resuelvan, con esto se evitó tener que dar explicaciones sobre muertes, administró la sociedad, instauró el miedo como mecanismo de control, y al final sigue controlando todo como si nada pasara, y para esto utilizó a los mismos participantes.
Pierre Bourdieu, en base al pensamiento weberiano, dice que el Estado: “Es el monopolio de la violencia física y simbólica legitima”, efectivamente, pero además muchas veces usa a sus mismos ciudadanos para que regulen y se ordenen.
Finalmente, esto nos deja una muestra fehaciente: “solo organizados podremos sobrevivir”. Por eso es importante: “stick to the team” [pegarse a un equipo].
Por: Patricio Pilca. Académico, sociólogo. Foto portada: Internet. Noviembre 15 de 2021.