Por: Inti Cartuche Vacacela
Kichwa, Saraguro. Sociólogo
Diciembre 24 de 2019
Parte III
El Ecuador: entre el neoliberalismo violento y las elecciones
En nuestro país el viraje a la derecha se ha venido dando progresivamente, primero con la clara distinción que ha hecho Moreno respecto del anterior gobierno del que fue parte y quién auspició su candidatura. Luego, con los cambios en los principales ministerios como son de economía y finanzas, trabajo y gobierno, que han sido ocupados por representantes de las cámaras empresariales. En su intento por legitimar su gobierno (recordemos que llegó a la presidencia por una mínima diferencia con el banquero Lasso) ha pretendido llamar a un dialogo nacional con los diferentes sectores sociales que a la larga, como bien es sabido, no ha sido sino una forma vaga de ganar tiempo. El verdadero diálogo ha sido con los empresarios y la derecha de este país, que poco a poco han ido arrinconando a Moreno hasta convertirlo en la punta de lanza de sus intereses.
Con esas intenciones, en marzo de este año anunció que había que firmar una carta de intención con el FMI, ya que la crisis económica heredada del anterior gobierno –según el discurso oficial justificatorio, pero cuestionada por diferentes economistas, quiénes afirman más bien que se habría tratado de una crisis inducida. Sea como sea, el discurso de la crisis sustentó la necesidad de acuerdos y préstamos con el FMI con la contraparte de aplicación de reformas económicas que atentan contra los derechos de los trabajadores (la flexibilización laboral por ejemplo), y que ponen el peso de los impuestos sobre los sectores más empobrecidos del país (el retiro de los subsidios de los combustibles afectaría directamente a los precios de los productos de consumo masivo).
El levantamiento de octubre logró de alguna manera detener por un tiempo la arremetida neoliberal. El gobierno ha perdido legitimidad, según los datos de encuestas mas del 70% de la población no aprueba la gestión del presidente y cree que la situación del país no va buen camino. El nivel de aprobación de la movilización está alrededor de 55% como “manifestación legítima del pueblo” (Clima Social, noviembre 2019). El gobierno sabe que el movimiento indígena, sobre todo la CONAIE, ha ganado presencia política y legitimidad frente a amplios sectores de la sociedad, lo cual de cara al intento de aplicación de los acuerdos con el FMI es algo que no puede dejar de lado. Por esa razón, el gobierno, los sectores empresariales y sus representantes en la asamblea, los medios de comunicación privados han iniciado una campaña sistemática de ataque y desprestigio de los dirigentes indígenas, de sus organizaciones, incluso de su proyecto político (que recuerda mucho a algunos momentos durante el gobierno anterior). Esto hace pensar que en el año venidero el gobierno y los grupos de poder intentarán alguna forma de continuar con las reformas económicas, con la consiguiente posibilidad de reactivación de la movilización popular que deberán hacer frente.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que se acercan elecciones presidenciales. El levantamiento de octubre movió las relaciones de fuerzas entre los actores políticos. Las derechas agrupadas en torno a Nebot han empezado a mover sus fichas, haciendo de alguna forma pre campañas y acercamientos a la población serrana, dada su poca aceptación, sin la cual difícilmente podría llegar a la presidencia. En esta idea también están marcando un cierto distanciamiento del gobierno de Moreno para no cargar con la deslegitimación del presidente frente a la gente. Buscarán aprovechar el ataque al movimiento indígena para posicionarse como los candidatos idóneos en las elecciones, una alternativa al correísmo y al movimiento indígena (que son colocados en un solo costal bajo el nombre de socialismo de siglo xxi o de populismo, y a quienes se culpará de la crisis actual, a tono con la dirección política de toda la región).
En la otra orilla, las organizaciones y movimientos de izquierda, fortalecidos después del levantamiento tienen la gran responsabilidad de armar una estrategia idónea para hacer frente a:
1) Lo que queda del gobierno de Moreno y la política neoliberal en curso que incluye invalidación de la movilización y de las organizaciones por medio de: a) un uso político del racismo que cruza a la sociedad (más enraizado en las clase medias, aunque no quita que los sectores populares también caigan en ese juego) que busca minar un potencial apoyo de esos sectores a la causa de los sectores populares e indígenas, y b) la construcción de una narrativa e imagen de las organizaciones indígenas como subversivas y violentas, desestabilizadoras de la democracia, manipuladas por el correismo (al parecer, en la construcción de una imagen distorsionada de la CONAIE, las derechas han aprendido mucho del gobierno anterior). A esto hay que sumar el papel de los intelectuales orgánicos y de medios masivos privados afines a los grupos de poder que han empezado a poner en cuestión la plurinacionalidad como proyecto (a pesar de que ya está reconocida en la constitución). Todas estas acciones, desde mi punto de vista, buscan armar un nuevo escenario de polarización social entre las izquierdas, tildadas de violentas y populistas, frente a las derechas representadas como la alternativa a la salida de la crisis. Para ese fin, colocar en el mismo saco al correismo y al movimiento indígena, no busca otra cosa que dividir a la izquierda de cara a las elecciones.
2) El proceso electoral que empezará en este año, frente a lo cual se abre el problema de la estrategias y las alianzas y de una articulación de un programa político que logre hacer frente a la embestida derechista en todos los ámbitos de la sociedad, pero sobre todo en el campo económico. En eso, las organizaciones tendrán la última palabra y deberán moverse en un terreno de gran dificultad en torno a una alianza con el correismo, debido a la reciente historia de relación conflictiva con el gobierno anterior. La CONAIE tendrá que capitalizar bien lo obtenido en las movilizaciones, y pensar bien sus alianzas, de tal forma que una salida desde los sectores populares y la izquierda sea viable en las elecciones venideras. De igual forma, las agrupaciones correistas tienen la responsabilidad de aprender algunas lecciones del levantamiento y de su paso por el gobierno. Sobre todo volver a pensar el papel de la sociedad movilizada que un proceso de transformación verdaderamente profundo requiere, aprender que el poder del estado, si no va de la mano con una creciente movilización y empoderamiento de las organizaciones sociales y de la sociedad misma, corre el peligro de encerrarse sobre si mismo y limitar las posibilidades de cambio, que no se puede depender de un personaje para realizarlo. El correismo ha salido debilitado después del levantamiento, esperemos que eso les haga poner los pies en la tierra y tomar posturas menos arrogantes con el movimiento indígena y el resto de la izquierda de tal forma que se pueda hacer frente a la derecha.
Finalmente, más allá de las elecciones, los movimientos populares y la izquierda tendrán que sostener la movilización callejera, la iniciativa política y la organización de la sociedad, como un soporte irreemplazable para la lucha contra la cada vez más radical crisis que pone en peligro, no al capitalismo que más bien gana de ellas, sino a la vida de todo el planeta. Recordar que las grandes movilizaciones y levantamientos populares que están en marcha por toda la región y alrededor del mundo (Francia, Hong Kong, el Kurdistán, entre otras que no se conocen pero que seguramente existen) no son solamente por cambiar un gobierno, sino por realizar cambios profundos en las estructuras sociales, económicas y políticas, para que sea posible la reproducción de la vida humana y del planeta.
Y en ese sentido, no basta con ocupar los estados, ni esperar que desde arriba caigan las soluciones. Al contrario, la larga historia de la humanidad ha mostrado que las transformaciones profundas de las sociedades para bien de los pueblos, requieren no solamente de los gobiernos, sino fundamentalmente de la fuerza de las acciones e ideas que vienen desde abajo, desde las organizaciones y sus pueblos. Los levantamientos recientes en diferentes lugares de este continente están abriendo grietas para las luchas que vienen, mismas que cada vez más apuntan a la totalidad del modo de vida capitalista, patriarcal y colonial. Como dicen las feministas, las luchas actuales responden al “deseo de cambiarlo todo”, en medio de las urgencias de la crisis de la naturaleza y de la vida.
Analisis con criterio de la sociedad desposeida, las organizaciones de base somos como el leòn dormido. En cualquier momento se estalla, pero el pueblo debemos estar unidos para enfrentar esta realidad social.