Por: Ángel Criollo / 21-05-2018
De acuerdo a los comunicados del Consejo Nacional Electoral, la última semana de marzo del 2019 los ecuatorianos acudiremos nuevamente a las urnas para elegir a más de 5.000 autoridades de los gobiernos seccionales y a los siete vocales del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPC) de Transición. En este contexto, en varios lugares, sea de manera individual o en complicidad con movimientos o partidos políticos, han empezado las disputas por posesionar nombres, candidatizarse e intentar llegar a la administración de las instancias locales como las juntas parroquiales, alcaldías, prefecturas, etc.
En todas las elecciones aspiramos candidatos de gran trayectoria social, política hasta con cierto éxito económico y académico; que cumplan y hayan cumplido las reglas sociales, morales incluso espirituales. Pero, sobre todo, anhelamos que los procesos de elecciones sean de manera transparente, legítimas y coherentes, sin embargo, hasta la actualidad, todas estas aspiraciones han sido defraudadas ya que ni los candidatos son tal como se presentan ni los procesos de elecciones se cumplen a plenitud las normativas establecidas.
Aquellas malas experiencias han hecho que la población común estigmatice y tenga recelo por involucrar al quehacer político tanto individual como partidista. Para muchos el vincularse a procesos políticos y disputar en el ruedo de la elección popular es sinónimo de perder la dignidad personal y los principios de convivencia colectiva. Convertirse en un político significa volverse experto en mentir, además, ¡mentir bien!!, los planes de gestión, de gobernabilidad y hasta el perfil de los candidatos resultan ser falsas, todas las bondades de la época de campaña electoral son una simple ilusión óptica, una especie de pantalla tamiz creada por las empresas electoreras a través de diversos medios y estrategias de comunicación.
Por otro lado, resulta necesario tener mucho dinero con la que pueda sustentar la campaña electoral, comprar adherentes y, sobre todo, el voto ciudadano con obsequios baratos como: caja de fósforo, calendarios, esferos, camisetas, afiches, preservativos, etc. Esta práctica a veces es validada y exigida por la misma ciudadanía. No es raro escuchar “este candidato no trae nada y así quiere mi voto”.
El ganar una elección se convierte en una feroz competencia de alianzas y estrategias políticas, los candidatos están obligados a buscar acuerdos y pactos a escondidas con ciertos grupos económicos, políticos o personas que arrastren simpatías y consecuentemente los votos. Ni siquiera se alinean en un discurso o un proyecto político, lo que importa es la conquista del poder a cualquier costo. Estas alianzas se convierten en deudas, misma que, si resulta ser el ganadora se someterá al pago de favores con puestos burocráticos, asignaciones de contratos a dedo, entre otros apoyos de índole político o económico.
El robar, saber robar bien, también aparece como otros de los requisitos de la conquista del poder político; las coimas, sobreprecios, desvíos de fondos, alteraciones de documentos, etc, se convierten en “prácticas normales” de los políticos en el poder o los de su alrededor. Aquellas malas prácticas pocas veces son descubiertas porque resultan estar bien justificadas bajo cualquier figura incluso legalmente. En ese sentido, la política electorera se convierte en plataforma de negocio de ciertas personas que se agrupan alrededor de un partido o movimiento político. pues aquí no se cumple el “servir al pueblo” más bien, se busca “servirse del pueblo”.
Además, la tan anhelada democracia es prácticamente efímera, pues, ninguno de nosotros quienes no estamos involucrados en estructuras partidistas podremos tener la posibilidad de sugerir a algún candidato. La mayoría de la población confrontamos a las ofertas de candidatos asignados por los partidos políticos, guste o no nos guste, nos toca elegir del menú electorero con la única esperanza de que puede resultar el mal menor.
Ante los movimientos, estrategias y cálculos electoreros de los grupos politiqueros es necesario una verdadera educación de la población en lo político. Necesitamos mirar más allá de los discursos, propagandas y photoshops electoreros. Es necesario desenmascarar las ambiciones, sus trayectorias personales, sociales e espirituales, de tal manera que tengamos cierta claridad sobre a quién elegimos y quizá se evite nuevas frustraciones con las mismas magnitudes que se han dado hasta el momento.
Las artimañas de los políticos en las elecciones populares, artículo de Ángel Criollo. Lea y escucha en #Riksinakuy (atuplan.com/). 21-05-2018