Por: Andrés Quindi Pichasaca, Kichwa del pueblo Cañari
30 de mayo de 2018
El énfasis religioso de los cañaris está totalmente correlacionada con los elementos de la madre naturaleza: cerros, cascadas, montañas, las constelaciones celestes, el sol, la luna, los ríos, lagunas, cerros, sujetos místicos de visita y veneración permanente que cumplen el papel de mediadores entre lo humano y lo divino, descartando totalmente la concepción errónea de idolatría planteada por los primeros cronistas, historiadores y religiosos.
El cañari se considera el hijo de la tierra: cuando la trabaja, cuando la contempla con respeto, cuando vive en comuna, en las mingas; el ayni y el rantinpak, las festividades religiosas son rituales de carácter agrícola y sacral a la madre tierra.
La tierra ALLPAMAMA es considerada madre, un ser vivo, siendo una de sus manifestaciones la fertilidad. Por ello en el periodo de la siembra, para obtener buenas cosechas, realizamos: rogativas, sahumerios, desagravios, música y danza; enterramos una olla con semillas en el terreno; sacrificamos el cuy y otros animales y luego esparcimos su sangre sobre las semillas y en cuatro esquinas de la chakra; y derramar la chicha sobre la tierra se simboliza el pago a la tierra, en agradecimiento por su fertilidad. El Hahuay y la Uyanza, son rituales agrícolas festivos que se hacen en el proceso y al finalizar la cosecha al igual que los colgamientos de ramas, frutos, flores en lugares estratégicos de la casa.
En épocas de lluvia y sequía, -épocas de peligro para las cosechas-, para asegurar la fertilidad de las tierras y del ganado, damos a los dioses protectores (URKU YAYAMAMAKUNA o señores de los cerros) el Kamari u ofrenda ritual antes la sangre humana en las luchas rituales del Pukara, origen de la actual fiesta mal llamada “Carnaval Tayta”.
En la cosecha o hahuay, se canta en kichwa canciones e himnos denominados Haylli, a la madre tierra y los seres míticos al son de las quipas, flautas y tambores y realizamos diversos juegos recreativos. La fiesta del Haway y el Pukara se celebra con mucha solemnidad en las comunidades aledañas de Cañar y se mantiene canciones kichwas con incorporaciones léxicas del español que son entonados solamente en esas ocasiones.
Para los cañaris la muerte es transformación de la vida terrenal en lo celestial, por eso enterraban a sus muertos con adornos, joyas y armas. Cuando el muerto era un líder o señor principal, antes enterraban vivo junto a él a los seres más queridos en la vida, y les rodeaban de cuantas cosas podían necesitar. En la actualidad se mantiene el ritual del Pichkay, que se realiza al siguiente día del sepelio en los ríos de la localidad.
El pichkay consiste en lavar todas las prendas, utensilios, animales muy apreciados y más pertenencias tanto del difunto como de los seres queridos; y, luego se procede con el baño ritual de todos los familiares y allegados en las cascadas; en caso de no hacerlas, el espíritu del difunto no los dejará en tranquilidad ya que seguirá deambulando en este mundo.