Por: Rodrigo Ugsha Cuyo, Kichwa del pueblo Panzaleo
29 de mayo de 2018
Dos importantes eventos se viven en el mes de mayo y ambos tienen que ver con el entorno familiar. El primero es la celebración a la madre y el segundo a la familia. Respecto del primero de alguna forma es lo que más presente tenemos por obvias razones. Respecto del día de la familia, éste se celebró el 15 de mayo, que por cierto, no ha tenido tanta atención o cuenta de esta fecha, ya sea por la misma familia como tampoco por entidad pública o privada alguna.
La fecha se debe a que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), mediante resolución Nº. 47/237 del 20 de septiembre de 1993, decidió que a partir del año 1994, el 15 de mayo de cada año se celebre el “día internacional de las familias”. Para esta resolución, la ONU se basó en consideraciones como el de estar conscientes de que existen diversos conceptos de la familia en los diferentes sistemas sociales, culturales y políticos; que, por ser la unidad básica de la vida social, la familia es un agente importante del desarrollo sostenible en todos los niveles de la sociedad. Con ello, instó a los Estados miembros emprender los esfuerzos necesarios en establecer políticas internas en beneficio de las mismas.
Acertadamente el Papa Francisco manifiesta que “la familia es el ámbito de la socialización primaria, porque es el primer lugar donde se aprende a colocarse frente al otro, a escuchar, a compartir, a soportar, a respetar, a ayudar, a convivir”.
Palabras que -me atrevo en señalar- se vive y se practica en el ayllu, cuya base ideológica, filosófica y cultural lo encontramos en las vivencias milenarias de los pueblos y nacionalidades. En este ambiente, puedo afirmar que casi todos los pobladores de una determinada comunidad o pueblo, terminan siendo parientes. Desde la relación padre-madre-hijos, abuela-abuelo, nietas-nietos, a la de tías-tíos, pasando a la institución de ahijado, del compadrazgo; y los derivados de vínculos legales de yernos y nueras, etc.
La misión y visión fundamental del ayllu es inculcar en sus descendientes el acercamiento con la comunidad, el desarrollo de reflexiones y las experiencias vivenciadas, con el fin de encontrar el sentido y funcionalidad del ayllu-familia, y responsabilidad social que lo vincula a los principios del buen vivir y respeto a la naturaleza. No en vano, la cotidianidad está siempre ligada al cuidado, protección y labor en la chakra-wiwa; y el desarrollo de destrezas y conocimientos en lo artístico, arte y artesanía, interpretando y/o plasmando siempre el lenguaje de la naturaleza, la madre tierra.
Nuestra Constitución, en su artículo 67, señala que: “[s]e reconoce la familia en sus diversos tipos. El Estado la protegerá como núcleo fundamental de la sociedad y garantizará condiciones que favorezcan integralmente la consecución de sus fines. Estas se constituirán por vínculos jurídicos o de hecho y se basarán en la igualdad de derechos y oportunidades de sus integrantes.”
Así, el Estado es el primer responsable de velar por el bienestar de los diversos tipos de familias (ampliada, transnacional, unipersonal, con jefa de hogar, del mismo sexo). No obstante, en la actualidad, la fragmentación familiar se ha convertido en un problema común y cotidiano. ¿Las razones? La vida se ha centrado en el individuo y promueve un tipo de personalidad autónoma, dura, competitiva, activa, agresiva y autoexpansiva – como dirían, “vivimos la cultura del ego”.
Por ello, urge salvaguardar, respetar y desarrollar las familias en su integralidad, ser humano-runa-naturaleza, con el fin esencial de garantizar la vida digna que proclama la Constitución y otras normas, y fundamentalmente el rol del Estado en cumplir y hacer cumplir los tan ansiados principios de la plurinacionalidad e interculturalidad.