Por: Verónica Yuquilema Yupangui
Kichwa de la Nación Puruhá. Abogada
Octubre 19 de 2018
Con la colonización, el capitalismo entró por la puerta grande a los nacientes Estados-nación, actualmente nuestras sociedades comunitarias han entrado de lleno al sistema capitalista globalizado, el anhelo de días mejores –lejos del racismo y la exclusión- nos ha llevado de forma acelerada a alcanzar los modelos de vida que el sistema capitalista colonial nos ofrece. Aunque no en su mayoría, esos modelos de vida poco a poco están siendo alcanzados a través de las y los profesionales, de la incursión en el campo financiero mediante las cooperativas, del aumento de negocios de víveres o legumbres, de las remesas internacionales, de la exportación de artesanías, entre otros.
Este dinamismo social trae consigo transformaciones en todos los ámbitos de la vida de las y los runakuna. En la actualidad, la misma idea de identidad runa está en entredicho, para algunos el ser runa pasa únicamente por la autodeclaración y el sentimiento profundo de sentirse como tal; otros marcan como elementos identitarios sine qua non de las y los runakuna la lengua, la vestimenta, la relación respetuosa con la tierra, las prácticas y saberes comunitarios, todo de forma integral; otra parte, opta por concebir lo identitario como un proceso constante de reposicionamientos aunque ligados a elementos centrales como la lengua o la tierra.
En lo religioso, somos de lo más diversos, a lo largo y ancho del país encontramos runakuna evangélicos, pentecostales, testigos de Jehová, católicos, budistas, taoístas y aunque en minoría, cada vez más, algunos van optando simplemente por un re-encuentro con una espiritualidad cercana a la de sus abuelos y abuelas, algunos los llaman pachamamistas.
Así mismo, podemos decir que una de las grandes consecuencias de este “encuentro” con el capitalismo globalizado es el anhelo profundo de llegar a ser y tener lo que el otro “blanco/mestizo” tiene y es, en ese sentido, alcanzar una forma de vida similar a la de “ellxs” se ha convertido en sinónimo de éxito y progreso, trayendo consigo un elitismo o jerarquización socioeconómica entre las y los runakuna que han logrado acumular capital económico y académico y quiénes no.
En esa misma línea, esa jerarquización también se ve marcada entre quienes continúan viviendo en las comunidades propiamente conocidas como tal, “las y los del campo” y quienes han trasladado su vida a la ciudad, “las y los citadinos”; no obstante, existen iniciativas colectivas y hasta individuales, entre las y los runakuna “citadinos” que han sentido la necesidad de retomar/volver a sus raíces y con cierta nostalgia se empeñan en retornar a las comunidades en el “campo” o a los libros vivientes, las y los abuelos, en busca de respuestas a sus identidades runakuna diluidas en las ciudades; así también, hay runakuna que asumiéndose como tal han optado por asimilarse/acomodarse a la cultura dominante, llámese mestiza o blanca/europea.
Por ello hoy en día, tampoco se puede hablar de un pensamiento runa común, algunos de forma deliberada aseveran que los runakuna no somos ni de izquierda ni de derecha y optan por perfilarse desde una opción individual a cualquier pensamiento o ideología, movimiento o partido político; otros por su parte, posicionan el pensamiento runa hacia un pensamiento de izquierda y, también aparecen o reaparecen unos pocos que buscan encontrar sus respuestas desde el retorno a los principios epistémicos y ontológicos comunitarios.
¿Qué hacer frente a esta diversificación? Dar una respuesta es difícil, por tanto, este primer intento de dibujar un paisaje de lo que somos, busca por lo menos sembrar algunos cuestionamientos/corazonamientos sobre nuestro ser y estar en el mundo, teniendo como única certeza que al tiempo que abrazamos sin medida al mundo capitalista globalizado y nos convertimos en ciegos consumistas de la vida de occidente, nuestras lenguas o la propia allpamama van extinguiéndose y con ello nuestra propia vida y culturas y, esta vez, aunque con toda la razón podríamos seguir acusando a este sistema feroz llamado capitalismo, la responsabilidad también recae en nuestras manos, en nuestras consciencias, en nuestras decisiones.
Hoy como runakuna estamos frente al gran desafío de dejarnos morir o trasladar nuestro esfuerzo individual hacia luchas colectivas que nos permitan fortalecer, lo que nuestros abuelos y abuelas sabias llaman como runa kawsay y al decirlo, nos explican, que solo puede hacerse desde la reconciliación y respeto a la memoria histórica de nuestros pueblos, resistiendo y luchando frente a la imposición de un modelo de desarrollo depredador de la allpamama (madre tierra); haciendo del ranti ranti (reciprocidad), del makipuray (darse la mano), la minka (esfuerzo colectivo/unidad) principios de vida cotidianos; sembrando empatía con el otro/a lejos de la competitividad, el egoísmo y la jerarquización; volviendo, recordando y construyendo formas armónicas/equilibradas entre la individualidad y la colectividad, sin que esto signifique un retroceso; abrazando nuestras lenguas.
Tomar partida por alguno de los tantos caminos/pensamientos/sistemas de vida que nos ofrece este mundo globalizado es casi inevitable, el reto como runakuna es hacerlo con la consciencia de contribuir a la continuidad y pervivencia de nuestras culturas y en sí de la humanidad toda, una humanidad que depende totalmente de la Pachamama y recordando en cada acción o inacción, el pensamiento de las y los abuelos: “la naturaleza puede vivir sin nosotra/os, pero nosotra/os no podemos vivir sin ella”. ¡Rikcharishun mashikuna!