Por: Kuyllur Escola Chachalo / 12-05-2018
La crianza es vivida así, como una actividad que te compromete a criar y ser criado
y en ella, los runakuna (humanos), las yurakuna(plantas)
y wiwakuna( animales) se hallan en similar plano de equivalencia.
Entendemos por saberes ancestrales, al conjunto de conocimientos y valores, que han sido transmitidos de generación en generación, dentro de un sistema de educación endógena y cuyo papel dentro de la sociedad ha sido el de colaborar al desarrollo de los individuos, a través de la enseñanza de las experiencias de sus antecesores. Estos saberes son compartidos en diferentes formas, que van desde lo más sencillo como una conversación entre los miembros de la familia, hasta las diferentes expresiones como narrativas de mitos, danzas, ceremonias, ritos, entre otros. Las características de ese compartir varían en tiempo-espacio, cada generación va aportando nuevos elementos culturales que poco a poco transforma los modos de representación sin alterar las esencias de estos valores. Estos cambios a veces son más por motivos lingüísticos y económicos.
Estos saberes ancestrales muchas veces son identificados en base a la medicina tradicional, cocina, consejería familiar, consejos para la agricultura, entre otros. Pero, se dejan a un lado, argumentando que simplemente son un sistema más de valores y que no poseen un aporte técnico a los contextos descritos. Sin embargo, se ha logrado comprobar, que muchos de estos saberes, en realidad son una forma de aporte en tecnología ciencia, con la única diferencia que su modo de “transmisión” es más informal. Al escuchar la sabiduría que poseen la mayoría de abuelos y abuelas en las comunidades de los Andes, nos damos cuenta que existe una serie de conocimientos ancestrales que han pasado de generación en generación , los cuales se han utilizado para la convivencia de los seres humanos dentro de la relación con la Madre Tierra. A este conjunto de seres, los abuelos y abuelas no enseñaron que son guardianes, los hermanos mayores, los que cuidan, los encantos, entre muchos nombres.
Una de las prioridades de los pueblos indígenas, es el resguardo de la tradición, la cual es manifestada en diferentes expresiones, ceremonias, música, rituales, mitología, entre otros, y la cual, debe de ser transmitida de generación en generación, aportando así a su preservación. En muchos pueblos andinos es común escuchar a los taytakuna(abuelos) y mamakuna(abuelas) decir: «Así como criamos a las plantas y animales, así ellas nos crían a nosotros. Así como criamos a las papas, ellas nos crían a nosotros» . En kichwa, criar es wiñachina, y viene a ser la armonía afectiva lograda entre miembros de la comunidad andina (que incluye a runakuna , maíces, animales, vientos, aguas, entre otros.) en la regeneración de su Pacha (que puede ser entendido como el «mundo vivido», la casa que nos cobija y del que somos uno de sus miembros). En los andes todos criamos y la crianza no es un condición sólo de los runakuna(humanos). Si no hay crianza la regeneración cesa y sin ella cesa la vida. De este modo, la crianza para los andinos, se halla en la manera de ser de cada uno de los miembros del Ayllu (comunidad).
Los saberes son adquiridos a través de los sentidos, los que palpan y tocan la tierra, las plantas, entre otros. Son ellos que nos ponen en contacto con el mundo, sin que exista necesariamente una racionalidad que guíe paso a paso y de manera procesal lo aprendido. La recopilación de saberes permite recoger la sabiduría comunitaria siendo respetuosos de la cosmovisión de sus actores culturales participantes, además evita las formas de dominio, respetando los sentimientos, recoger la información sabia, sencilla y profunda presente en las vivencias cotidianas que expresa el amparo y afecto familiar.
Los saberes ancestrales, tradicionales, no sólo son recuerdos almacenados en la memoria y en vías del olvido, sino que “viven” en el presente, y trascienden más allá.
Por eso, decimos que los saberes ancestrales son el resultado de la interrelación de su propia realidad, lo que implica una relación directa entre el hombre como individuo y la naturaleza, sin dejar de lado a la comunidad porque ésta también es parte integradora de esa realidad. Los saberes son saberes colectivos e integradores.