Por: Vicente Chato Chango[2] Kichwa del pueblo Hampatu
25-05-2018
En junio de 1990, la sociedad ecuatoriana fue sacudida por un verdadero terremoto social: el glorioso “Levantamiento por la Vida” protagonizado por las comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas de nuestro país. A nivel nacional este levantamiento fue liderado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) y sus filiales ECUARUNARI (en la Sierra) CONFENIAE (en la Amazonía) y COICE (en la Costa), y a nivel provincial, por el Movimiento Indígena de Tungurahua (MIT).
En 1990, millones de personas salimos a las calles a reclamar por la situación de extrema pobreza e injusticia en la que vivía la gran mayoría de nuestras comunidades y por el racismo, la exclusión y la discriminación de la que hemos sido víctimas por más de cinco siglos; también cuestionamos la palabra “indio” pues, a nuestro entender, con este vocablo, hace quinientos años, los conquistadores españoles nos denigraron, nos invisiblizaron, saquearon nuestras riquezas e instauraron un oprobioso sistema de explotación para apropiarse del fruto del trabajo de nuestros mayores. Gracias a la palabra “indio”, nos negaron el derecho a ser reconocidos como pueblos originarios, poseedores de nuestras propias lenguas, territorios y culturas.
Quienes participamos en este multitudinario levantamiento y quienes presenciaron estos hechos, recordamos como el país se paralizó durante seis días y como millones de personas cerramos pacíficamente las principales carreteras interprovinciales y dejamos aisladas a las principales ciudades del Ecuador; también recordamos que los mercados urbanos quedaron desabastecidos de alimentos porque las comunidades indígenas y campesinas resolvieron no ingresar sus productos a las ferias.
El levantamiento indígena de junio de 1990, fue el primer paso que las nacionalidades y pueblos indígenas dimos para construir una sociedad más justa, equitativa e incluyente; en junio de 1990 propusimos por primera vez al gobierno de Rodrigo Borja y a la sociedad en general, la necesidad de reformar la Constitución, para que el Ecuador se reconozca como un Estado Plurinacional e Intercultural. Cuando hicimos esta propuesta muchas personas se escandalizaron y nos dijeron que no era viable, porque si la sociedad nos hacía caso, se iba a destruir el Estado Ecuatoriano. Veintiocho años después, la historia nos ha dado la razón: la Constitución de 2008, declara que el Ecuador es un país unitario, democrático, plurinacional e intercultural, digno y soberano.
En junio de 1990, las organizaciones indígenas dimos un paso trascendental para la construcción de una nueva ciudadanía: plural, diversa, participativa e incluyente; también propusimos pasar de la democracia formal a la democracia participativa y deliberativa, y cuestionamos la forma tradicional de ejercicio del poder político, que permite que el mandatario de turno, píense y decida sin consultar al pueblo; otro concepto central de nuestra propuesta fue la necesidad de introducir formas activas de control social a la gestión de las autoridades, la planificación participativa de los actores y la creación de una cultura de rendición de cuentas.
Veintiocho años después del levantamiento de 1990, la sociedad ecuatoriana ha cambiado positivamente: hoy es menos racista y excluyente que hace tres décadas: muchos jóvenes indígenas han ingresado a las universidades y algunos de ellos han obtenido un título académico; un importante número de emprendedores indígenas ha incursionado con éxito en las finanzas populares; la organización comunitaria se ha fortalecido y ha servido de base para que se visibilice y se robustezca el sector de la economía social y solidaria, y a través de las elecciones, muchos líderes indígenas han tenido la oportunidad de convertirse en prefectos, alcaldes y autoridades locales, que han demostrado honestidad y eficiencia en la gestión encomendada. Bajo el lema de “mandar obedeciendo”, la conducción de los poderes locales ha permitido demostrar que una nueva forma de ejercicio de la autoridad, más participativa y democrática. Es posible.
Cabe resaltar, con el levantamiento, las movilizaciones, caminatas, marchas en defensa de la vida y la dignidad; se han logrado detener las privatizaciones de las empresas estratégicas, la escalonada alza de los precios de los combustibles, del gas de uso doméstico, los pasajes, la rebaja en las tarifas eléctricas que benefician a todo el pueblo ecuatoriano.
Es obvio que falta mucho por hacer, y que una de las tareas pendientes que todos tenemos es convertir en realidad el mandato constitucional que reconoce el carácter plurinacional e intercultural del Estado Ecuatoriano, pero es innegable que el levantamiento indígena de 1990 es un hito trascendental que marca un antes y un después en la historia de nuestro país.
[1] Cuadernos Tungurahua. Casa Nueva. Revista Literaria. Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamìn Carrión” Núcleo de Tungurahua. Número 3. Diciembre 2016. Pág 33.
[2] Licenciado en Gestión para el Desarrollo Local Sostenible; tiene su domicilio permanente en la Comunidad de Ambatillo Alto. Es conocido por su permanente preocupación por la recuperación, revalorización y difusión de las manifestaciones culturales de los pueblos y comunidades indígenas de Tungurahua.
Levantamiento indígena de Tungurahua: 25 años después, artículo de Vicente Chato. Lea y escucha en #Riksinakuy (https://atomic-temporary-17868035.wpcomstaging.com/). 25-05-2018
Es un grano de arena, hecho con corazón, mente y alma de millones de personas; sin temor a la cárcel, a las balas, ni al frío y hambre, para que las generaciones mantengan presente el adelanto de los rincones de la patria, no es regalo de ningún gobernante ni autoridad de turno. «Gobernantes y autoridades ganando sueldos no han lograda superar la crisis económica; lo único que han creado los nuevos ricos»