La figura épica de Lempira es fascinante. Dan ganas de ser como él. Hay opiniones que infieren la inexistencia real de Lempira, sostienen que es una construcción propia del género epopéyico y nada tiene que ver con el hombre que opuso resistencia y ubicó su campamento cívico militar en las montañas de Cerquín, Coyocutena y Piedra Parada. Pero la investigación científica demuestra la existencia real de aquel hombre, don Longino Becerra es un referente de ese proceso de investigación y coloca en su obra suficientes datos de historia para demostrar que la épica tiene un sustento, existe el hombre épico real.
Igual que ocurre con otros hitos de la resistencia y la revolución universal, casi todo se desdibuja con el pasar de los años, los pueblos sufren además de la invasión físico territorial, además del saqueo de sus bienes comunes, la invasión cultural y espiritual que borra de su memoria la imagen de los mejores referentes éticos en su lucha por la independencia. Eso ha ocurrido con Lempira. Tan deformada esta la idea del indio rebelde, del hombre profundamente humano que no encajó en los moldes de la conquista y la colonización europea, que la visión, la aprehensión del ethos indígena se ancla en la concepción del estigma. Somos muchos pueblos indígenas y llevamos físicamente la marca de nuestra identidad, pero en general, existe de manera disfrazada el estigma hacia el Lenca o el Maya Chortí, denominado el «indito» o la «indita» haciendo referencia a su color, su estatura o el físico.
Ser indio es ser persona, un ser humano con todas las capacidades y potencialidades humanas, físicas e intelectuales como todo humano que pisa la faz de la tierra. Y si alguien quiere abordarlo desde la teología, el indio es imagen de Dios y esta destinado a ser semejante a Dios, capaz de amar y entregar lo mas noble de su vida por su prójimo y la justicia, eso fue el indio Lempira. Gran parte de la tecnocracia estatal y del mundo de las ONGDs nacionales e internacionales, mantienen un discurso marcado por el estigma en relación a los pueblos indígenas. El enfoque «indigenista» de la cooperación disfraza, conscientemente o no, patrones de sometimiento en nombre del desarrollo. La escuela lo convierte en folklore, en fiesta, cuando la memoria rebelde de Lempira invita a la rebeldía por amor al territorio, la cultura, la agricultura y la dignidad humana.
En los territorios ancestrales de pueblos primitivos se concentra el mayor porcentaje de pobreza y de miseria y, en esos territorios ocurre siempre la disputa por el agua, la tierra, el bosque, el ambiente. En los mismos territorios se concentra la criminalización, la judicialización y el encarcelamiento de personas, y allí, contra estos que ahora están dispersos por toda la geografía nacional, ocurren los homicidios. Es muy difícil encontrar a un blanco, extranjero o nacional pisar las celdas hediondas a todo, donde si llegan a cada rato los indios e indias. El estigma engloba la violencia social, económica, cultural, racial, sexual y patriarcal. Lempira es hoy, un faro de luz en la oscuridad neoliberal, es un gran dirigente político que supo entender la magnitud de la invasión, y es un estratega militar en el combate en defensa de su tierra, su cultura y su vida.
No puede ser tan frio y descontextualizado el reconocimiento que se haga a este mártir histórico de la defensa patria. No basta recordarlo como héroe, es necesario leer lo que ocurre con el neocolonialismo extractivista que destroza la unidad y las culturas de los pueblos, bajo el enorme discurso de los derechos humanos todo toma un cómodo sendero de prolongada espera de lo que jamás llegara por ese mecanismo, Lempira no puede quedar enredado en ese embrollo discursivo y de cafetín, la autodeterminación de los pueblos es el único camino para la descolonización. Este país esta perdiendo el agua, el bosque, el ambiente sano, estamos perdiendo la tierra que es el mayor bien común. El capitalismo va concentrando todo en manos de pocas familias y dejando sin aliento a los pueblos. En este contexto, contemplar a Lempira es abrazar su ejemplo y lanzar la lucha frente al invasor. Con nueva tecnología, nuevas instituciones y nuevo lenguaje, el invasor es el mismo en 2022 que en 1537.
No faltan voces que cuestionan la forma de organización tribal desde la cual Lempira levantó la resistencia y oposición al colonialismo, no podemos pedir otro modo de organización cuando la tribu corresponde a una etapa especifica del desarrollo, de la evolución cultural de los pueblos. La organización tribal es universal, estuvo y sigue presente en África, en Asia y América. En su momento histórico, la tribu fue funcional, al contrario de este momento histórico que vivimos. En las formas de organización que el modernismo nos metió en la cabeza, las personas carecemos de fuerza, vigor, carácter y convicción para tomar postura firme y determinante. La cohesión en la base es un progreso ideológico, mientras que la dispersión es sinónimo de vulnerabilidad que evidencia la falta de identidad humana y política.
Vendrá el tiempo en que los pueblos pueden decir si cuándo es sí, y no cuándo es no. En ambos casos se requiere análisis, reflexión y discernimiento. Trabajamos para que el pueblo Hondureño diga NO al saqueo de la tierra, el oro, el hierro, etc. Las comunidades de Olancho y Colon están llamadas a decir NO al saqueo y explotación minera, del bosque y el agua en el Parque Nacional Montaña Botaderos ¿Qué haría Lempira en este caso?
Por: Juan López, Pedagogo. Honduras. Foto portada: Internet. Julio 21 de 2022
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