Por: Benjamín Inuca
Kichwa del Pueblo Kayampi
Febrero 21 de 2019
El sistema educativo ecuatoriano ha asignado a cada institución educativa un código, que según el Ministerio de Educación es como el número de cédula de ciudadanía. Con dichos códigos se estructuró el Archivo Maestro de Instituciones Educativas (AMIE), en la cual existen instituciones educativas interculturales con el código “H” y las instituciones educativas interculturales bilingües con el código “B”.
Si nos ubicamos en el cantón Cayambe de la provincia Pichincha, es una institución educativa intercultural, si en su código tiene inserta la letra mayúscula H, por ejemplo, 17H02200, Escuela de Educación General Básica Rebeca Jarrín o 17H02219 UE Guachalá – Mitad del Mundo. En cambio, es una institución educativa intercultural bilingüe si tiene en su código inserta la letra B, por ejemplo, 17B00137 CECIB Luis Napoleón Dillon o 17B00149 CECIB Luis Humberto Salgado.
La identificación de las instituciones con un código es fundamental para la administración y gestión educativa, incluso para la diferenciación y la atención prioritaria a las instituciones educativas que se encuentran en zonas deprimidas o están dentro de un territorio en riesgo o de pobreza. Como se piensa desde el Estado está bien, pero en la realidad la significación y subjetividad que se maneja con las letras H y B dentro de los códigos es otra.
En la cotidiana labor educativa de las Instituciones educativas y en la ejecución de las políticas educativas y curriculares aparecen significados, subjetividades, comportamientos y expresiones que generan discriminación y desprecio étnico. En la aplicación de las políticas educativas emanadas desde el Estado o en la cotidianidad de la gestión educativa en las instituciones educativas estos códigos evidencian la discriminación y crean un imaginario que evidencia segregacionismo y separación.
Las autoridades del Ministerio de Educación, los funcionarios de las instancias desconcentradas y los mismos docentes emiten frases como: “estos textos son para los hispanos”, “estos textos son para bilingües”; “estos uniformes son para los hispanos”, “estos uniformes son para los bilingües”, “el currículo hispano”, “el currículo bilingüe”, “Escuelas hispanas”, “Escuelas bilingües”, “profesores hispanos”, “profesores bilingües”.
Cuando hay el calificativo de “bilingüe” se refiere a que es o pertenece a los indígenas. Cuando el calificativo es hispano se refiere a los mestizos. Las denominaciones de mestizo e indígena, fueron categorías impuestas por los españoles para dominar, explotar, discriminar y menospreciar a las personas nacidas de los españoles en América y a las personas nacidas en esta parte de la tierra.
La dominación y aculturación de los hijos de América se acentuó con dichas denominaciones. Hasta nuestros dias no hemos podido escapar de estas estigmatizaciones, porque nuestro sistema educativo se enmarca en las mismas categorizaciones para tratar las diversidades culturales del Ecuador.
En pleno siglo XXI seguimos con estas clasificaciones de la colonialidad donde la letra “H” significa hispano refiriéndose a las personas que ya han adoptado la cultura española, en consecuencia, son civilizados con su sistema de educación destinado para mestizos. Mientras que la letra “B” aunque significa bilingüe (aprendizaje en el idioma de la nacionalidad y el español) se entiende que es una educación indígena destinada para quienes han resistido a la dominación y cuentan todavía con el idioma propio, en nuestro caso el kichwa. De la coexistencia del kichwa y el castellano se han dado divergencias lingüísticas que hablan de nuevos conceptos y crean un contexto lingüístico que es necesario reflexionarlo, estudiarlo y sistematizarlo para el aprendizaje y la educación.
Las preguntas que saltan y estremece a la educación son: ¿de dónde surgen esos códigos? ¿Es posible borrar las letras “H” y “B” que estigmatiza en hispanos y bilingües?, o mejor, ¿discriminan entre mestizos e indígenas? ¿El objetivo es visibilizar una educación para hispanos y otra para pueblos y nacionalidades? ¿Contribuye esta diferenciación de educación hispana y educación indígena a la educación que los ecuatorianos necesitamos en el siglo XXI? ¿Ayudan a fortalecer la diversidad cultural en la cual convivimos los pueblos y nacionalidades? ¿Qué subjetividades crean en los actores educativos estos códigos? ¿Realmente responde a los postulados de la educación intercultural y bilingüe? Responderla significa pensar un nuevo sistema educativo, más allá de la educación intercultural, porque involucra a colectividades denominadas pueblos y nacionalidades.
Solo me queda decir que la Educación debe ser “entre pueblos” o llaktapura y para la convivencia “entre pueblos”, que puede resumirse en una educación plurinacional con un horizonte de una educación para el sumak kawsay o vida plena y digna, sin discriminaciones.
Es necesario que la educación se estructure por pueblos y nacionalidades, pues es la cuestión cultural la que está en juego a la hora de educar. Para esta contextualización del currículo es necesario conocer los territorios en los cuales están conviviendo los pueblos y nacionalidades.
Los técnicos y teóricos de la educación no hemos podido superar esta dicotomía que genera discriminación y segregación; se ha avanzado muy poco o casi nada en dirección de la educación intercultural proclamada por la constitución del Ecuador.
Es urgente borrar las letras “H” y “B” de los códigos para que se visibilice los códigos de la provincia, el cantón y el numero de la institución educativa de su territorio. Esta identificación debe expresar la realidad cultural, social, económica y política en la cual se desenvuelve las instituciones educativas.