Por: Luis Cunuhay
Kichwa del pueblo Panzaleo
Septiembre 5 de 2018
En la parroquia Chugchilán que está situada al occidente del provincia de Cotopaxi, en las faldas de la laguna Quioloa, en la vía que une entre las parroquias Zumbahua y Sigchos, cerca de la boca se instauró un sistema de explotación y dominación a las familias que habitan en 24 comunidades que duró más de 500 años.
Resulta incomprensible, cómo un pequeño grupo de tenderos, diezmeros, cantineros de la parroquia Chugchilán prestaban dinero para que todas las familias de las comunidades hagan las fiestas que les obligaban los sacerdotes de turno en contubernio con los caciques, comerciantes, transportistas, teniente político, registro civil quienes dominaron y explotaron durante siglos.
Este espacio con la presencia de la multitud era aprovechado para realizar negocios incluido el lícito para captar el poco dinero que tenían los indígenas. Imagínense, la clase de autoridades civiles, eclesiásticas y el modelo de familia de la cultura dominante.
Esta cadena de explotación avisa que también estaba muy ligada al sistema de hacienda, hizo que muchas familias tomen dinero prestado por los explotadores de ese entonces, por su parte, el indígena al no poder pagar el interés y capital, los chulqueros explotadores a la luz del día hurtaban las mejores tierras nativas de muchas familias. De esta manera estas se quedaron sin tierras y otros en un reducto espacio físico que no les permitía sobrevivir y se vieron obligados a tomar leña de la hacienda para preparar los alimentos, agua para cocinar, yerba para los animales. A cambio debían producir varios productos agrícolas como partidarios en parcelas entregada por el hacendado y tres días de trabajo gratuito semanal en la tierra que administraba el dueño de forma directa a más de cumplir con la wasicamía durante toda una vida.
La wasicamía, fue otro sistema de violación a las niñas, señoritas y madres de familia. Este atropello a los derechos humanos incluían la crianza y cuidado de caballos, chanchos, borregos, conejos, cuyes y la preparación de la alimentación para la familia del dueño de la hacienda, familia del administrador y trabajadores que eran la misma gente explotada de los wasipungos, mismo que debían cumplir en turnos cada una de las familias que habitaban en la hacienda durante un mes.
Este era otro espacio que aprovechaban para engendrar en las mujeres indígenas y propagar el mestizaje. Posteriormente la mayor cantidad de explotadores de este sistema pasaron a operar en las cabeceras cantonales, constituyéndose en banqueros, exportadores, importadores, empresarios.
Hoy, gracias a la lucha tenas de muchas mujeres y hombres lograron constituir a las haciendas en comunidades, solo muy pocos mestizos más pobres han quedado a compartir con los kichwas de la parroquia pero aún se siente la pobreza, miseria, desigualad que dejaron en el área rural, lo mismo que en la macro sociedad ecuatoriana.
Interesante, es necesario seguir conociendo mas hechos que la famosa historia ha venido ocultando. Felicitaciones Luis. Saludos.