Por: Rosendo Yugcha Changoluisa
Pueblo Kitukara, Comunicador Social
Mayo 28 de 2019
Cuando una autoridad electa confunde la vocación de servicio con la del servirse del poder, es válido el pedido de su revocatoria. ¿Qué puede argumentar la osadía y la ineptitud frente al desastre? Acaso la de retornar al pasado entreguista, privatizador, depredador de lo público y de la naturaleza; la de culpar del despilfarro a otros o quizá, como último recurso, la de convocar a un acuerdo para justificar decisiones presionadas. Una traición no es perecible como noticia de primera plana. Tarde o temprano la memoria renacerá austera e irascible poniendo el único adjetivo posible a la infamia.
La transformación del país va reversa de lo que nos ofrecieron. Ecuador ya no ama la vida ni la es en estado puro, tampoco ya es todo lo que se necesita. La inversión social va en caída al igual que la estabilidad política. El desempleo crece igual que la crisis institucional. El reparto del país se lo hace a plena luz del día sin rubor ni vergüenza y nos parece tan normal como la apatía a la que nos quieren inducir.
Sin embargo, la suerte del país no está solamente en manos, palabras y obras de los políticos que ostentan provisionalmente el poder. El poder ciudadano, es decir del mandante, sigue vigente a pesar del manoseo del que fue objeto por el Consejo de Participación y Control Social transitorio. Hay voces que reclaman una restitución del orden constitucional vía asamblea; sin embargo, esas voces deber saber que hay un poder fáctico que en alianza con el capital transnacional, van a desviar y banalizar esta posibilidad; por eso el debate debe ser consciente y total.
Por otro lado, ahora es el turno de las autoridades electas para demostrar que tan acertado fue haberse convertido en opción para sus votantes y más aún para quienes no votamos por ellos. En Quito nos queda ese sabor amargo de no haber aplicado la revocatoria a una alcaldía encontrada a medio camino hacia una presidencia que para suerte de todos, ya no la verá jamás. El flamante alcalde tiene el reto de recuperar la autoridad de una ciudad con retos complejos en seguridad, manejo de residuos sólidos y movilidad. Austeridad y manos limpias fueron parte del discurso inaugural.
En Pichincha una mujer, dando muestras de una elocuencia encendida en sus convicciones políticas, asume la prefectura por primera vez en 73 años de vida institucional. Y lo hace recordándonos lo urgente, por su importancia y complejidad, que es abordar la identidad como sustento de la vida de un pueblo. En el aire se respira algo más que entusiasmo fugaz, expectativa y curiosidad.
En Quito y Pichincha las autoridades electas no pueden ignorar la realidad que se vive en las calles y barrios de los cuáles incluso muchos de ellos nacieron. Es decir, en los territorios donde la disputa simbólica del poder también es latente con sus propias características, demandas e intereses. Hay una ordenanza cultural en Quito que quedó a medias y hay que incluir en ella a la Gestión Cultural Comunitaria; más aún cuando se pretende desarrollar un proyecto denominado Arte Para Todos desde la Presidencia de la República en coordinación con los núcleos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Hay que intervenir en este tema que podría estar camuflado para ocultar otros intereses clientelares y no en la intención de generar y fortalecer procesos.
Es tiempo de auto convocarnos los actores y gestores culturales de Quito y Pichincha para debatir y establecer mesas sectoriales y territoriales permanentes que sistematicen esta parte de la historia de las políticas culturales que está pendiente y que hoy se vuelve una oportunidad para reafirmar la voluntad política del sector y procesar la participación ciudadana comprometida con la necesidad de construir un Plan Decenal para las Culturas de Quito y Pichincha.