Por: Javier Lajo
Economista, filósofo y autor de varios libros
Febrero 19 de 2021
En esta primera entrega de la saga ¡Allin Kawsay!, titulada El Retorno de Los Qhapaq-Inka, se narra la marcha del Shanti y sus discípulos: Arnawan y Saraku, para trasladar una antigua y sagrada reliquia Inka desde Tiwanaku hasta el Paititi, en la selva del Cusco.
Es en éste “peregrinaje”, a través del gran camino de los Qhapaq o “El Camino de los Justos”, donde transcurrirán grandes aventuras, llenas de tradición, misterio, romance y peligro. Pero será también, aquel camino sagrado, un magistral laboratorio capaz de instruirles una insospechada sabiduría milenaria.
Allí, el Shanti, un Pureq-Paqho (Sacerdote-caminante) transmitirá a sus pupilos el secreto del manejo y uso maestro del vínculo o “Watana” que la humanidad guardaba y mantenía con la Pachamama y cómo criaban el equilibrio Intin-Pacha-Runa, con el cual la sociedad Inka recreaba el “Allin Kawsay” que es la manera correcta y justa de “vivir y existir en plenitud” de la naturaleza, la sociedad, del hombre y la mujer.
Sólo una pequeña élite, como la que integraba el Shanti –protagonista de la novela- y sus maestros y discípulos sabrían que éste episodio del choque de Caxamarka y sus entretelones, fue el desenlace de un episodio más de una larga y milenaria contienda psíquica y física de civilizaciones, que tampoco terminó allí, sino que continúa, con protagonistas que a veces emergen de la clandestinidad de un feroz sometimiento colonial, que ya va durando poco más de 500 años.
Protagonistas como el mismo Shanti, un viejo y querido Paqho o curandero, habitante y líder de las comunidades de la Isla del Sol en el lago Titicaca, al cual le fue encomendada una noble misión y debido a la cual había padecido la persecución y la tortura en manos de la religión de los wiracochas cuyas motivaciones secretas en este relato y en otros próximos, poco a poco nos serán reveladas.
El Shanti, instruido en la escuela de los últimos Hamuyiris –Amautas o Maestros Qhapaq, que sobrevivieron a la persecución y masacre ejecutada por los hermanos Pizarro luego de la invasión europea al Tawantinsuyu– sabía, y así lo recuerda nuestro relato, que Atawallpa, el último Inka, no fue ejecutado en Cajamarca, sino que fue secuestrado y en total secreto llevado al Vaticano, a Roma, en donde sería interrogado por el mismo Papa Clemente VII, en razón que para la monarquía invasora y para el Vaticano, el Inkarey valía mil veces más vivo que muerto.
Allí se da el último combate verbal entre los Papas (Pontífices de los descendientes de Noe) y los Inkas (Pontífices de los pueblos americanos que supervivieron al “Diluvio Universal” o “Unu Pachakuti” último), es decir, se da la última confrontación de estos viejos contendientes post-diluvianos o “cabezas” de dos “ordenes” diferentes que oponían al Dios cristiano contra (la I-dolatría de) “I-nti-n” o “la globalidad centralizada pan-andina” del Dios “I” del pueblo Puquina, que fueron los alarifes y constructores de Tiwanaku y del Qhapaq Ñan.
Es en este trance, en pleno Siglo XVI, donde el “Inkarey” Atawallpa lanza desde Europa su estrategia de resistencia a la invasión, el Taqui Onqoy y dirige sus últimas órdenes -–de disolver el poder de los Ayllus y Panakas como “gotas de aceite”, en el “agua sucia” de la dominación colonial– dejando al tiempo que “aquiete las aguas”, y que se desgaste la energía colonial, dejando preparado el terreno para el retorno de los Qhapaq-Inka, los que con su sabiduría intentarán –en las sagas posteriores- recomponer el equilibrio del mundo; de ese equilibrio basado en el “Munay” Inka y su “Watana” o vínculo Intin-Pacha-Runa, a través de ese poderoso instrumento que es el Qhapaq Ñan o “Ruta Inka de Sabiduría”, un increíble alineamiento de Ushnus-Intiwatanas que motivados por el ritualismo de los pueblos andinos, “amarran” la incidencia de la energía solar para la re-producción del Allin Kawsay o el fenómeno de la “Vida en su esplendor” para todos los pueblos del mundo. Nuestro protagonista y curandero el Shanti, su hijo Arnawan y Saraku, solo son la punta de la madeja de esa continuidad.