Durante los últimos días, nuestro país experimenta nuevas visiones, los debates y conversaciones a nivel académico-político y también cotidiano, se enmarcan en dos palabras: democracia y alternabilidad. Ambos términos son cercanos, quizás demasiado y por ello cuando se ejecutan parecen desplazar a la otra.
Democracia viene de dos vocablos griegos demos (pueblo) y kratos (poder), en síntesis, democracia es el poder del pueblo o el poder en el pueblo. Alternabilidad proviene en castellano de alternar, cambiar, turnar, así podemos intuir, que un suceso o ente puede ser objeto de alternabilidad cuando existen cambios o turnos. Según el planteamiento de la democracia griega temprana, la tarea de la democracia es romper el asentamiento de una persona en el poder, por ello para la democracia la alternabilidad es uno de los conceptos principales.
Para Platón, la democracia no era el mejor sistema político que un estado podía tener, ya que advertía de los vacíos en su ejecución, y uno de esos vacíos se relaciona a la alternabilidad. El poder no sólo se limita a lo político, el poder se ejerce en diversas esferas y espacios de una sociedad.
Es así como se vuelve necesario democratizar los espacios tanto públicos y privados, permitir oír otras voces, fomentar el encuentro con el otro. Los discursos absolutistas generalmente se opacan con el tiempo y es sano reflexionar en cómo responder a las necesidades que surgen. Los pueblos y nacionalidades se han caracterizado por desear y practicar una vida armónica, de respeto, de unión; compartamos estas prácticas donde sea que estemos.
El ejercicio de la democracia necesita de diversidad de pensamiento, de acciones y quizás más importante que lo anterior, alternabilidad en quiénes ejercen el poder. La democracia y la alternabilidad no es un debate entre generaciones, es una decisión.
Statu quo: ¿Choque de generaciones?, artìculo de Semu Saant, en Chushik, programa radial intercultural de Pichincha Universal 95.3 FM y 94.5 FM. 15-02-2018
https://soundcloud.com/user-953423467/articulo-statu-quo-choque-de-generaciones