Por Galo Ramón, Historialdor. Especial para Riksinakuy (21 de marzo, 2018)
Dos importantes monumentos, uno ubicado en Cayambe, denominado Puento Yachil, y otro ubicado en San Pablo de Lago, denominado Puento Ango Yachil, muestran con mucha claridad que, los pueblos del Ecuador antiguo o pueblos Norandinos, celebraban el Equinoccio del 21 de marzo, el día del Sol Recto, el día del Fuego Nuevo (Mushuk Nina), el día del inicio del año.
El monumento de Cayambe era un enorme cilindro elaborado con bloques de cangahua, con una sola puerta de entrada que miraba hacia el oriente (salida del sol), por donde ingresaba el Cacique Principal (un Ango) a medio día el 21 de marzo, para encender con los rayos del sol recto, el fuego nuevo del inicio del año, que era repartido a la población. El monumento estaba edificado en una tola, llamada en la actualidad Puntiachil, a pocos metros de la ciudad actual de Cayambe. El cilindro que aún se conservaba, fue dibujado por Jorge Juan Y Antonio de Ulloa en 1744 (Ver Gráfico).
El monumento de San Pablo de Lago, era un cilindro de bloques de piedra, ubicado en Otavalo antiguo (Hoy San Rafael), también sobre una tola denominada Puento Ango Yachil, Se puede observar su puerta de entrada para cumplir las mismas funciones que en Cayambe. Fue dibujada por F. J de Caldas en 1802, se encontraba muy deteriorada porque un cura había utilizado las piedras para edificar una iglesia de muy mal gusto, como lo comenta el sabio Caldas.
La dimensión ritual y de poder
Los dos monumentos no estaban ubicados en un sitio cualquiera. El de Cayambe se alineaba con la cima del cerro Cayambe por donde salía el sol el 21 de marzo, la tola Puento Yachil, la residencia del cacique en Ichizí y las tolas de Cochasquí. El monumento de Otavalo era el punto de encuentro de dos líneas rituales: una entre el taita Imbabura, la Tola Araque y Puento Ango Yachil; y otra entre la mama Cotacachi, la tola Reyloma y Puento Ango Yachil. Su alineamiento con los dioses tutelares de cada uno de estos pueblos, con la salida y puesta del sol, y con la residencia de los caciques, mostraba la relación cósmica y ritual entre las deidades (los cerros y el sol), el poder local (la casa de los señores étnicos) y los sitios para realizar los rituales (las tolas construidas). La residencia del Señor Etnico se convertía en el centro de la etnia, en la que se integraba el poder, el ordenamiento del territorio, la ritualidad y la relación con las deidades, dándole estabilidad y fundamento al poder. El pintor Rafael Troya elaboró en el Siglo XIX, una pintura del sitio Puento Ango Yachil (en San Rafael cerca al lago San Pablo), en el que los indios de Otavalo danzaban en los equinoccios y solsticios Puede observarse al fondo el Lago San Pablo, la Tola Araque y el Taita Imbabura. La historiadora Chantall Caillavet elaboró un dibujo de estos alineamientos en Otavalo, en el que adicionalmente se observa una dimensión de género: la unión de las deidades masculina (Imbabura) y femenina (Cotacchi) como fundamento de la unidad del territorio.
El fuego nuevo
Juan de Velasco refiere la tradición de encender el fuego nuevo (Mushuk Nina) en los Equinoccios de marzo, como ritual de inicio del año. Andrade Marín reporta el encuentro de un espejo rectangular (45 x 30 cm), que hoy está en Museo de la Politécnica, que presumiblemente servía para captar el sol recto a medio día y encender el fuego para repartirlo a las diversas llajtacuna. El idea del fuego nuevo como elemento simbólico, muestra la relación tutelar del Sol con los seres humanos, la idea de la renovación, la purificación, en tanto su reparto a las llajtas, se relaciona con la unidad de todos, la armonía, la equidad en el acceso a los bienes y favores de los dioses.
La relación con la producción intensiva
Tanto el monumento de Otavalo, como el de Cayambe se ubicaban junto a la zona de pigales (camellones) que eran campos elevados de alta productividad. En la cresta del camellón se sembraba de manera intensiva y con altísimos rendimientos papa y maíz, mientras en la parte inundada se cultivaba guacamullos (hortalizas andinas). Los camellones se edificaban en suelos planos, cenagosos, sujetos a las heladas. Con el agua represada, que jugaban un papel térmico, se controlaba las heladas, en tanto con la “limpia del camellón” se obtenía limo, rico en fósforo y nitrógeno, para fertilizar los suelos. La relación entre monumento, tola, poder cacical y producción intensiva era un aspecto clave del poder cacical. En la ilustración se puede observar esta relación y el alineamiento antes comentado.
Los inkas, como todo imperio, introdujeron su propio calendario, que se sobrepuso sobre el calendario local. Aunque se mantuvo el ritual del Fuego Nuevo, el Equinoccio de marzo fue denominado “Camay Raymi”, Camay Inca” o Paukar Raymi”, para relacionarlo con el “florecimiento” de los productos. Juan de Velasco señala que en el Panecillo en Quito, edificaron un Templo cuadrado, con cubierta piramidal, puerta al oriente y dos columnas (una a cada lado de la puerta) para observar los dos solsticios y los dos equinoccios. Estas columnas nos recuerdan a las Sucanca del Cusco. También introdujeron la celebración de los cuatro raymis: Cápac Raymi –diciembre- e Inti Raymi o Sulluc Raimi -junio-; Quilla Raymi o Coya Raymi –septiembre- y Camay Raymi o Camay Inca Raymi -marzo o abril-)
El impacto colonial español
Los andinos fundamentaban su calendario en un hecho objetivo, científico y cíclico del movimiento de la tierra al rededor del sol: al trasladarse por la órbita elíptica en los equinoccios del 21-22 de marzo y 22-23 de septiembre, la tierra se acercaba al sol; días en los que, por estar ubicado el Ecuador antiguo en la línea equinoccial recibía a medio día los rayos perpendiculares del sol, cuestión que podía ser observada en un cilindro colocado en la línea equinoccial o cerca de ella (Cayambe, Otavalo). En cambio, los españoles fundamentaban su calendario en las decisiones del rey de Roma (calendario Juliano) y luego, desde 1582, en la decisión del Papa Gregorio XIII (calendario Gregoriano) que resultaba bastante arbitrario, a pesar de haber sido consultado a los astrónomos de la época. Con estos calendarios, a los que consideraban civilizados, los españoles buscaron eliminar los calendarios andinos, sobreponerse o transformarlos a su santoral cristiano. Asociaron los rituales incaicos del florecimiento o aparecimiento de los frutos tiernos a la Semana Santa, en tanto buscaron borrar toda celebración del año nuevo andino y del sol recto.
A pesar de ello, los pueblos en un proceso de adaptación y resistencia celebraban al mismo tiempo los tres rituales: Antonio Olano señala que se mantenía en Quito la tradición de encender el fuego en los equinoccios y que se colocaba una soga desde el Panecillo al Huanacauri; los modernos indígenas cuzqueñizados de Otavalo celebran el Paukar Raymi o el Florecimiento en sus comunidades; en tanto, se creó la fanesca con un mezcla de granos tiernos como plato sincrético para celebrar la Semana Santa en todo el mundo mestizo. Hoy en día estamos frente a estas tres tradiciones, que pueden ser valoradas desde un pensamiento intercultural. Cada una de las tres tradiciones tiene una fuerte historicidad, son parte de este Ecuador diverso, pero el de los pueblos andinos tiene fundamentos científicos objetivos.
Felicitaciones, son los motivos para nuestra interculturalidad
Gracias por hacer disponible un pedazo de nuestra historia.