Por: Luis Cunuhay
Kichwa del pueblo Panzaleo
Noviembre 14 de 2018
Atrás se quedó el día de los finados; un día hermoso y privilegiado para el reencuentro con los seres más queridos que se nos adelantó el viaje.
Acudimos al cementerio con el cariño y la esperanza de volver a ver para juntos admirar los colores más hermosos de las flores y percibir el aroma penetrante. Cargados de rica y nutritiva comida y diversas frutas para degustar como en aquellos tiempos inolvidables.
Unos con lágrimas en el rostro, otros con el corazón acongojado y el espíritu ansioso de ver solo por un momento imaginariamente y contar los avatares de la vida y los sueños del mañana nos reunimos en familia en el cementerio para explorar el amor ardiente, el afecto penetrante y sentirnos cada uno de nosotros.
Las pocas horas que pasamos juntos en la casa eterna de nuestro destino infinito pareció años y décadas internas, más la noche inquietante irrumpiste para separar el corazón, la mente, y el espíritu del ser que solo en este día apareció nuevamente para darnos ánimo a la vida y energía que perdure hasta el que llegue el próximo finados, más imposible será desprender del espacio privilegiado que ocupa en el corazón.
El cuy, el conejo, la colada morada y las wawas de pan, la casa llena de amigos, familias, vecinos expresando palabras de aliento, sonrisa, chistes, compartiendo el más sencillo alimento pero llenos de calor humanos, queda en la memoria de quienes fuimos actores sujetos de los finados.