Por: Germán Guamán
Pueblo Kitukara
Febrero 06 de 2018
Los últimos sucesos violentos de violación grupal y femicidio ocurridos a fines de enero de 2019 han estremecido al país. La noticia ha corrido como un reguero de pólvora enancada en las redes sociales que permiten una comunicación instantánea. Hemos sido abrumados por una serie de reacciones inverosímiles como la xenofobia, pasando por propuestas de pena de muerte y rayando en turbas sedientas de hacer justicia por mano propia que han resemblado la fatal “noche de los cristales rotos” ocurrida en Europa el siglo pasado; mientras los medios de comunicación cual buitres esperan la primicia para entrevistar al personaje “Martha” que se recupera en una casa de salud de la capital.
En medio de toda esta estrepitosa barahúnda de reacciones, surgen pocas voces sensatas que logran ver que “la calentura no está en las sábanas” y proponen que violaciones y femicidios son consecuencia del machismo tan acendrado en nuestra mentalidad.
El machismo no es ajeno a las nacionalidades y pueblos, sea por la influencia de la cultura dominante o porque ya haya estado presente en nuestras milenarias culturas. No importa si fue traído o es endémico, el hecho real es que está entre nosotros, como la mala hierba y sus semillas están presentes en nuestras sementeras.
Podremos desgañitarnos en las redes sociales, podremos descargar nuestra furia y frustración mediante discursos y escritos, podremos pedir leyes y políticas de parte del estado, pero el machismo está allí, presente en nuestra mente y en nuestros hogares. Si no lo inculcamos nosotros como padres, pues lo hacen los parientes, los amigos, la escuela, la tele y las redes. Es como nuestra sombra.
¿Qué podemos hacer como runas, como padres y madres de familia y como parejas ante esta situación? – Podemos reflexionar y buscar las actitudes machistas que afloran en nuestro pensar y en nuestro actuar. Podemos repartir las tareas del hogar. Podemos informarnos e informar a nuestros hijos e hijas y en nuestros ayllus. Podemos dialogar con ellos y más que todo podemos cambiar nuestras actitudes hacia las mujeres en el hogar como en la calle, en los centros de estudios y en el trabajo.
Podemos combatir aquel dogma arcaico predicado por las religiones: la sumisión de la mujer ante el poder del hombre; esta falacia que es tratada como indiscutible ha permeado malamente nuestra sociedad y ha legitimado un dominio masculino tiránico.
Pero, en fin, todas estas reflexiones deben desembocar en algo práctico. Hay tanto por hacer, el problema aparece infinitamente grande e invencible y tal vez nosotros no podamos luchar contra este tema en toda su magnitud; pero siempre hay algo que podemos hacer: una sonrisa, un gesto de respeto, una palabra de aliento, un gesto de confianza, levantar la voz ante actitudes machistas de nuestros compañeros, denuncia de actitudes que presenciemos en la familia y la comunidad. Hay tantas cosas que podemos hacer, que parecen pequeñas, pero que multiplicadas cambiarán esta situación.
Claro que estas actuaciones son a nivel individual, sin embargo, podemos además trascender, pasar del comentario en las redes a la acción. ¿Participas en alguna agrupación? ¿En alguna asamblea?,¿en algún colectivo? – levanta tu voz. ¿Vienen políticos, técnicos, dirigentes, etc., a exponer sus aspiraciones? – cuestiónalos: Pregúntales su plan en contra de la violencia machista. Ojalá no sea solo una calentura pasajera, ojalá no sea una indignación de un minuto. Ojalá nuestra lucha contra el machismo sea diaria y sin cuartel.