Por Rasu Paza Guanolema
Kichwa Puruhá, Poeta
Agosto 23 de 2018
Para entender sobre la literatura quichua, apropiándose de la tradición occidental, se debe realizar estas preguntas: ¿qué es el arte verbal o la escritura?, ¿cómo nace?, ¿dónde? y ¿por qué? Para responder es necesario trasladarse a los primeros tiempos de la humanidad. Antes de la literatura, todas las grandes culturas o pueblos necesitaban respuestas a sus grandes inquietudes y, para encontrarlas, recurrieron a la palabra, la tradición oral; luego construyeron las llamadas ciencias para, posteriormente, pasar a la técnica. Luego, se propuso la economía para satisfacer las necesidades humanas. En otras instancias también se necesitó dar gracias a la vida y a los dioses(as), o a la Madre Naturaleza. Entonces, nace el arte oral, dando como resultado la escritura debido a las necesidades del poder.
Partimos de la convicción de que nuestros pueblos de Abya-Yala tienen una filosofía propia, en el sentido de que nos hacemos las mismas preguntas que todos los humanos sobre el origen de la vida y el destino final, el bien y el mal, el género, la persona y la comunidad o la existencia de un ser superior. Estas interrogantes tienen respuestas propias que no siempre coinciden con la visión occidental. Dentro de su pensamiento propio, las lenguas originarias, entre ellas el RUNASHIMI, juegan un rol fundamental, por los contenidos y la estructura misma de la expresión característica de estas lenguas.
Hablar de la literatura quichua es reconocer la existencia de una tradición y arte orales. Sobre este tema existen una buena cantidad de testimonios de escritores que recopilaron información sobre la lengua escrita como Juan de Betanzos (1551), Cristóbal de Molina, el Cusqueño (1573), Blas Valera (1578), Felipe Huamán Poma de Ayala (1585), Inca Garcilaso de la Vega (1593), Francisco de Ávila Cruz Pachakuti Yupanki Salcamaygua (1613), Jesús Lara (1898-1980), José María Arguedas (1958, 1971). Sin embargo, la literatura oral quichua es transmitida con menos frecuencia por los abuelos y las abuelas a las nuevas generaciones.
Se trata del arte verbal, más que literatura, porque la palabra, y no la letra, era su material. Arte verbal codificado en runasimi, que puede ser entendida como una lengua general, hablada y memorizada a lo largo del Tawantinsuyu o territorio quichua. Ahora, si planteamos la literatura quichua desde las letras, esta adolece de un eurocentrismo que excluye a grandes segmentos de la población mundial, y a períodos largos de la historia del ser humano sobre la Tierra. Esta exclusión es un gran despojo que se hace a la humanidad y, en particular, a los diferentes pueblos de habla quichua. La misma literatura occidental, en sus inicios era un arte verbal. Los poemas homéricos fueron orales, no escritos.
Debido a la situación de segregación de la literatura quichua, en la Colonia y en la República, el hombre y la mujer runa, vencidos, aprendieron a llorar ante la pasión y la muerte de Jesús en los mallkis (género literario narrativo) que se levantaban en los nuevos tiempos, una suerte de patética solidaridad ante un dolor común. No se trata pues, de una literatura que ha seguido un largo proceso de fijación escritural; se trata de una literatura oral, cuya tradición ha sido siempre fluida. El arte verbal quichua ha sido compuesto y cantado al compás de la música, de la danza, de la risa, del llanto, del horror y de la alegría de sus oyentes y actores. Nuestro arte verbal no es como las plantas de invernadero, del enraizado dominio de las élites de una sociedad, sino de plantas comunes, en su mayoría, que han brotado en los campos, en los caminos, en las fiestas, alrededor del fogón, en las chozas y en los pueblos de los Andes; a veces, de una extraña y sobrecogedora belleza, siempre con un significado vital y muy cerca de una realidad que asombra y conmueve.
La literatura quichua escrita tiene un alto grado de sofisticación y de dificultad lexicológica; y, en algunos casos, de una belleza y complejidad incomparables. La literatura originaria quichua, por no haber sido escrita, tiene poca difusión y, por ende, pocos son los que la leen.
Los pueblos quichuas de estos territorios dividen las fiestas principales de acuerdo a los solsticios y a los equinoccios, también de acuerdo al ciclo agrícola y a la vida misma. En estas fiestas o celebraciones querían elogiar el eterno retorno de la vida y de la muerte. Podríamos hablar de las grandes fiestas, como Pawkar Raymi, Inti Raymi, Kulla Raymi, Kapak Raymi y de Aya Puncha, del Sawariy y diversas fiestas más, que todavía deben ser investigadas. Para cada una de estas fiestas construyeron diversos géneros literarios como haylli, canto triunfal, himno; arawi, canto de tristeza y de amor; taki, la lírica; mallki, textos narrativos, cuento, teatro; en sí, toda una recopilación de arte hecho en lugares públicos de las celebraciones.
La cultura de un pueblo es como un árbol compuesto de cada una de sus partes, las cuales cumplen funciones que determinan cómo este árbol, si faltara una parte de ellas, no lo sería. Para que este árbol sea frondoso y bello, la literatura lo galantea con flores y frutas. Los pueblos quichua-hablantes debemos reconstruirnos como a ese árbol gigante con miles de años acumulados. ¿Qué sería del árbol sin sus hojas o sin sus raíces? En estos nuevos tiempos, los lingüistas ya nos han aportado con bases para la escritura quechua y quichua, con grafías para que los literatos quichuas puedan escribir y dejar un legado del arte oral transformado en escrito para dejar como legado a las nuevas generaciones; Además, no solo para los hablantes quichuas, sino para el mundo entero.