Por: Verónica Yuquilema Yupangui
Kichwa de la Nación Puruhá. Abogada
Agosto 14 de 2018
Hasta ahora, una de las formas más visibles de exteriorizar la identidad de una mujer de un pueblo o nacionalidad ha sido la vestimenta, aquello ha sido motivo suficiente para vivenciar de forma sistemática el racismo cotidiano, por ello, nuestra lucha prioriza el combate al sistema colonial, fundante del resto de opresiones.
Asumir la identidad de un pueblo y nacionalidad implicó y hasta ahora implica lidiar con las miradas y murmuros al verte llegar a un sitio –llámese centro comercial, bar, u otros espacios-; soportar las risas a veces disimuladas y otras abiertas al escucharte hablar “mal” su castellano; escuchar los gritos de ser llamada: María, en cualquier calle, mercado, bus, etc.; ser llamada de forma inmediata de tu y no de usted en los establecimientos comerciales y enfrentarte a preguntas de este tipo: Estoy en busca de una empleada doméstica ¿Estás interesada? (sin ánimo alguno de menospreciar este trabajo digno).
Estas y otras situaciones hacen parte de los llamados microracismos y una mujer runa puede vivenciar todas éstas en un solo día por el hecho de llevar consigo un legado identitario y cultural diferente al de la cultura dominante.
Desde esta realidad se puede comprender la decisión que algunas compañeras toman, al usar una vestimenta distinta a la de su pueblo o nacionalidad. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, usar la vestimenta de la cultura dominante no es una decisión libre y voluntaria, sino se ha convertido en una forma de auto protección, de cuidado a sí mismas frente a estas violencias racistas del día a día, y se trata de opresiones múltiples porque además de ser mujer eres kichwa, shuar, awá, tsachila, etc.; pobre o mejor dicho empobrecida; de “color” o te asumes dentro de una diversidad sexogenérica.
Nosotras (y nosotros) no deberíamos seguir haciendo elecciones sobre nuestra identidad (lengua, vestimenta, etc) condicionadas por el racismo que sufriremos al cerrar la puerta de nuestra casa; sin embargo, lo seguimos haciendo. Cambiar el rumbo de esta historia sistemática de opresión nos concierne a todas y todos, en tanto:
Queridxs hermanxs y amigxs, en el día a día elijamos ser lo que queremos, desde elecciones libres y voluntarias, y no llevadxs por el miedo o la vergüenza. No es fácil, es un proceso, aún así, sigamos apostando por nosotrxs mismxs y por el legado histórico que vamos marcando en el camino.
Asumir y reafirmarse como runa siempre ha sido un acto de liberación, emancipación y reivindicación, y ahora, en un contexto de globalización, esa reafirmación debe partir de una reflexión profunda y sentida, porque nuestras realidades dentro del mundo runa también son diversas.
Sigamos construyendo nuestros propios discursos, no claudiquemos en la posibilidad de descolonizarnos y hacer frente al racismo, al sexismo, al clasismo y la homofobia, de forma simultánea, porque son múltiples las opresiones que enfrentamos. ¡Cambiemos el chip de este mundo!
[1] En lo personal considero que los término indio e indígena son categorías coloniales, en ese sentido y aportando en la creación de pensamientos y reflexiones que muchos compañeras y compañeras vienen haciendo, reivindicó el término kichwa “runa” como categoría epistémica, política, identitaria y denominativa para referir de forma genérica a los pueblos y nacionalidades existentes en Ecuador.
Muy de acuerdo compañera. Saludos desde Taisha.
Ejemplo a seguir y mujer modelo en liderazgo. ¡Felicidades Veronica!