Por: Rosendo Yugcha Changoluisa
Pueblo Kitukara, Comunicador Social
Noviembre 19 de 2018
Según datos del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, entidad adscrita al ente rector de la política pública en cultura y patrimonio, el Ecuador posee una cantidad considerable de bienes, manifestaciones y paisajes que forman parte del patrimonio material e inmaterial que pertenece a todos los ecuatorianos y ecuatorianas (Ecuador M. D., Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador, 2018)[1].
Esta cifra se actualiza cada año de acuerdo al inventario que se realiza en todo el país. Con esta cantidad significativa de patrimonios culturales, lo menos que podría esperarse es que cada ecuatoriano se sienta agradecido al sentirse parte de un país lleno de historia, tradición y costumbres. Sin embargo, el desconocimiento de esta riqueza por parte de la mayoría de la población, evidencia la falta de un acuerdo interinstitucional sumada a una débil voluntad política para preservar, mantener y difundir el patrimonio cultural por parte de las autoridades de turno.
La difusión del patrimonio cultural es competencia del Estado a través de los Gobiernos Autónomos Descentralizados: GADs, en todo el territorio nacional (Ecuador, Constitución de la República del Ecuador, 2008)[2].
La brecha existente entre la inversión en difusión patrimonial y la destinada en publicidad comercial, deja a muchos ecuatorianos sin la oportunidad de conocer su patrimonio cultural local o sólo con la posibilidad de acercarse a él de manera superficial, como podría ser el caso de la Fiesta de la Luz en Quito.
Sin embargo, más allá de lo material; se dice que la mayor herencia que se puede dejar a los hijos es la educación y en ese caso, el conocimiento. Los saberes y prácticas ancestrales son parte de ese conocimiento que recibimos de nuestros abuelos y abuelas, es el patrimonio inmaterial que cada día lo preservamos y mantenemos en los valores con los que vivimos. Como no agradecer por ser parte de la historia de una familia, barrio, comunidad, ciudad y país.
Estos saberes y prácticas ancestrales, fueron encasillados en su momento dentro del folclore y la cultura popular como parte de una clasificación académica del conocimiento.
De hecho aún siguen siendo identificados como tal para ciertos grupos y en determinados momentos y espacios.
El legado inmaterial se ve amenazado cada día por la pérdida de la memoria individual y colectiva, más aún cuando las identidades locales tienen que enfrentar un escenario inequitativo en medio de un contexto de globalización donde la gratitud esta mediada por el precio y el tamaño de las cosas.
El patrimonio cultural inmaterial consistente en los saberes y prácticas ancestrales enfrenta un escenario globalizado donde las prioridades están determinadas por la rentabilidad y la banalidad del consumo; es decir se invierte más en aquello que asegura una ganancia y por sobre toso, que sea fácil de vender.
[1] Un total de 645.000 bienes culturales y patrimoniales arqueológicos, artísticos, etnográficos y documentales. Documento digital de rendición de cuentas 2016 del MCYP
[2] Art. 264, Numeral 8. Pág. 86: Preservar, mantener y difundir el patrimonio arquitectónico, cultural y natural del cantón y construir los espacios públicos para estos fines.