Por: Verónica Yuquilema Yupangui
Kichwa de la Nación Puruhá. Abogada
Junio 24 de 2019
Introducción
Aunque es evidente el colonialismo internado en sociedades como la ecuatoriana, a nivel estatal son pocas las iniciativas que ponen un esfuerzo real en erradicar uno de los males más profundos que nos aqueja: el racismo en todas sus formas, cotidiano o estructural y del que diariamente somos objeto las 15 nacionalidades y 15 pueblos originarios, pueblos en aislamiento voluntario y el pueblo afroecuatoriano.
El ser y estar en el mundo de las y los runakuna ha sido invalidado, desde lo estructural/institucional hasta lo cotidiano, es así que en esta reflexión haré referencia a las muestras de racismo invisibilizados, vividos puerta y corazón adentro de la/os sujeta/os subalternizada/os, los mismos que hasta ahora, al menos en el contexto ecuatoriano, han sido tomados de forma banal e insignificante tanto por la sociedad como por el propio Estado.
Frente a la omisión del Estado, han sido los propios pueblos subalternizados que desde acciones micropolíticas han sembrado y hecho florecer sus culturas dentro de un escenario de colonialismo, capitalismo y heteropatriarcado feroz, en consecuencia, este trabajo también pretende visibilizar las prácticas y saberes de resistencia y existencia que estos pueblos han venido reposicionando desde esa misma cotidianidad, tornando lo pequeño en el corazón de la descolonización y la lucha contra el colonialismo.
Finalmente, debo advertir a la o el lector que, mayoritariamente, el texto está escrito en primera persona porque cuerpos similares al mío son los que experimentan, saborean, sienten los siglos de silencio y represión que nos atraviesan, no se trata de una primera persona protagonista, sino únicamente ejemplificadora y multiplicadora de vivencias a nivel individual y colectivo (familias, amiga/os), con la finalidad de contribuir a la construcción de una sociedad consciente de su historia.
- El cuerpo del runa en la ciudad
“Mi anaku es historia
Mi bordado es filosofía
nuestras lenguas evocan pensamiento
nuestra espiritualidad sana
nuestra tierra alimenta
nuestra agua purifica.
Nuestra filosofía agranda el mundo,
cuida de nuestra Pachamama
Shamuy, shunkuta paskapani
Ven…”
- Poema de creación propia
Aunque el cuerpo de la mujer y el hombre kichwa conoce perfectamente lo que implica vivir en una sociedad plurinacional que reniega, rechaza, desprestigia y mofa sistemáticamente de su historia y filosofía runa, ninguna/o se atreve a exteriorizar lo que siente cuando sale a la calle de cualquier ciudad en Ecuador, esto porque desde pequeña/os fueron educados para reprimir lo que sienten, porque de otro modo no conseguirían vivir dignamente dentro de una sociedad atravesada por el racismo, el clasismo y el heteropatriarcado.
Quienes nacimos siendo parte de un pueblo o nacionalidad runa, cada día tomamos la decisión de luchar contra el racismo, el empobrecimiento y el machismo, lo hacemos porque tras cerrar la puerta de nuestra casa, nuestros cuerpos se convierten en el albo perfecto para la exclusión.
En el caso de las mujeres kichwa, nuestro cuerpo incorpora de forma simultánea esas tres luchas, por eso cuando una mujer asume su identidad tan solo con el uso de la vestimenta, lo hace siendo consciente de las implicaciones sociales que acarrea, esto es, escuchar gritos de “María” por las calles, ser observada con sorpresa y desdén al ingresar a un hotel lujoso o una universidad, ser evaluada en base a la etiqueta y protocolo social blanco-mestizo, responder a los padrones de belleza e incluso, asumiendo que cuando acude a un evento festivo en el entorno mestizo, será excluida.
Cuando el hombre kichwa asume su identidad tomando la decisión de mantener el cabello largo, usando cotidianamente el poncho o manteniendo su pantalón corto, ocurre lo mismo, con la única diferencia que su cuerpo desconoce la exclusión de género, a menos que haya asumido una orientación o identidad sexogenérica diferente a la predominante heteronormatividad.
Todas estas formas de racismo han sido invisibilizadas, al punto que, cuando alguien las exterioriza son desechadas bajo el argumento que lo que sentimos y vivimos es fruto de nuestra falta de autoestima y no, porque se trate de un problema estructural enraizado dentro de la sociedad. Cuando se habla de la falta de autoestima, se omite mencionar quiénes han sido los responsables de cimentar el conocido complejo de inferioridad, que el filósofo Aimé Césaire lo aborda de esta forma:
Hablo de millones de hombres [mujeres] desarraigados de sus dioses, de su tierra, de sus costumbres, de su vida, de la vida, de la danza, de la sabiduría.
Yo hablo de millones de hombres a quienes sabiamente se les ha inculcado el miedo, el complejo de inferioridad, el temblor, el ponerse de rodillas, la desesperación, el servilismo. (2006: 20)
El miedo y la vergüenza fueron los mecanismos ineludibles del colonizador dentro de su proyecto civilizacional, consiguiendo deshumanizar al runa hasta colocarlo en lo que Frantz Fanon (1973) denomina como «zona de no ser», esa zona donde lo runa era lo despreciable, lo sucio, lo animal, lo incivilizado y lo ignorante, el último eslabón de la escala social y humana junto a la población negra también esclavizada; esas heridas coloniales han sido heredadas intergeneracionalmente, como hoy en día lo vienen demostrando los estudios alrededor de la epigenética.
Al contrario de lo que muchos podrán aseverar entorno a nuestro inexplicable e intrascendente complejo de inferioridad, nuestros cuerpos han soportado abuso físico, psicológico, emocional y sexual y por supuesto que llevamos dolor y rabia, no es un resentimiento o complejo de inferioridad injustificado, sobre todo porque las estrategias del sistema opresor continúan propagándose en la contemporaneidad.
En medio de este proyecto civilizacional, la población runa día a día ha tenido que llenarse de valor, de amor y desarrollar estrategias de sobrevivencia como pueblos y naciones con filosofía y epistemología, los que también han sido transmitidos de generación a generación. Muchas de esas estrategias son invisibilizadas, de ahí la importancia de traerlas a la luz, pero antes, es preciso ilustrar algunos de los racismos encubiertos y persistentes.
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[1] Este apartado fue publicado por primera vez en el Dossier “Contranarrativas: Epistemologías descoloniales, racialidad y mapas de la conciencia” en la Revista Millcayac- Revista Digital de Ciencias Sociales: Yuquilema, V. (2019). Racismos invisibilizados: vivencias y resistencias cotidianas del pueblo kichwa en Ecuador. MILLCAYAC Revista Digital de Ciencias Sociales, 6 (10), 41–60.