Por: Juan Carlos Illicachi, Kichwa de la Nación Puruhá
13 de junio de 2018
Utilizar o no las tecnologías de la información y comunicación en la educación, en la actualidad ya no es una elección. Pues estas se han constituido en parte de la vida diaria de cada individuo; y en el caso de que decida desentenderse de ellas, eso también será una decisión que desbordará otras consecuencias. Los docentes de hoy deben preparar a sus estudiantes en este nuevo contexto tecnológico, donde sí será necesario una elección que tiene que ver con el cómo, quién y con qué fines se los usa.
La discusión y el debate sobre las tecnologías parte de la refutación a la habitual denominación de “tecnologías de la información”. En 2001, Burbules y Callister sostienen que, si se habla de información, esta debe ser objetiva, segura y verdadera. Pero, si nos ubicamos en el internet esta conceptualización no se cumple, por cuanto hay una gran cantidad de información parcializada, sesgada o falsa, así como la existencia de datos que han sido fabricados o alterados con varias finalidades.
En este tema es necesario guardar prudencia, por cuanto no toda información que está en la red es falsa o inútil. Hay una gran cantidad de información científica, técnica, académica muy importante y válida.
Por otro lado, varios autores sostienen que las nuevas tecnologías (los ordenadores, las páginas de la web, la Internet) no pueden comprenderse simplemente como tecnologías de la información, son además tecnologías de la comunicación, y que va mas allá de un simple intercambio de información. Según el filósofo Ludwig Wingenstein, hay muchos “juegos de lenguaje”, cada uno con sus propias reglas o finalidades: el de la broma, el arrepentimiento, la plegaria, la mentira, el canto, la pregunta, la protesta, el alegato, etc. Aunque actualmente la definición de tecnología suele completarse con la palabra comunicación, esta no se ve reflejado en su comprensión y utilización didáctica.
El debate también gira en torno a que las tecnologías no solo son meras herramientas, sino que van mucho a mas allá. Constituyen un espacio donde se producen interacciones humanas, el debate público, se comparten ideas, construyen nuevos conceptos e interpretaciones y se diseñan nuevos productos. En el campo educativo, abre nuevas posibilidades de colaboración, alfabetización digital, mediática, ética-cívica, etc.
En este contexto, aparece la tecnofilia, como una posición ingenua que considera a la tecnología como la salvación de la educación contemporánea. Esta postura es generalmente influenciada por la moda y apoyada por grandes intereses económicos que quieren introducir la tecnología a como de lugar en los centros educativos, por los grandes beneficios que esta representa.
En contraposición a esta postura se sitúa la tecnofobia, como un rechazo a la tecnología, considera que este no aporta mayormente a la educación. Los que están a favor de esta posición manifiestan que la gran cantidad y el aumento de información en la red pueden cuestionar la figura del profesor. Además, se sienten incapaces ante el ritmo acelerado de la tecnología, por lo que prefieren continuar con una posición mas tradicional.
Ante estas dos posturas sobre la tecnología, aparece una tercera, la posición crítica, como una posición razonada y reflexiva que acepta que la tecnología permite crear nuevos objetivos, produce un dialogo entre los medios y fines, es bidireccional y lo más importante acepta las incertidumbres y permite ser conscientes y responsables ante los riesgos y oportunidades que ofrece.
Internet: riesgos y oportunidades para la Educación, artículo de Juan Carlos Illicachi. Lea y escucha en #Riksinakuy (https://atomic-temporary-17868035.wpcomstaging.com/). 13 de junio de 2018