Por:Andrés Quindi Pichasaca
Kichwa del pueblo Cañari
8 de julio de 2018
En los pueblos andinos, la transmisión oral ha permitido conservar el corpus mitológico y los elementos identitarios, es de una generación hacia otra. A continuación, se presenta el Mito de Origen del Haway, narrado en kichwa en 1987 por José María Cazho y escrito recientemente en español.
En los tiempos remotos había un viajero que salió de su hogar para realizar el intercambio de productos que era el sustento de la familia, como fiambre (comida de camino) llevó machka (harina de cebada tostada).
En el trayecto del camino, de pronto, se encontró con un cóndor alimentándose de un becerro. Al ver la escena el viajero manifestó: – “Coma con tranquilidad que yo no informaré al dueño”-; además le preguntó, si tal vez quería la comida que llevaba. El cóndor le contestó que él no comía machka, únicamente carne; al mismo tiempo, aconsejó al viajero que lleve el alimento ya que más adelante se encontrará con las hormigas que necesitan del alimento ofrecido.
El caminante seguía su marcha hasta que se encontró con la multitud de hormigas, recordando el mensaje del cóndor, regó la machka en el espacio donde estaban las hormigas, que comieron sin dejar una partícula de esta harina; posteriormente, el viajero entabló undiálogo con las hormigas y les preguntó si ellas conocían de un trabajo. Las hormigas le contestaron animosamente que sí sabían la existencia del trabajo en una hacienda cercana, que consistía en realizar la cosecha de trigo.
Las hormigas le propusieron al viajero que realice un contrato de trabajo con el dueño de la gramínea, además del dinero que les proporcionare abundante machka, que servirá de alimento para las hormigas laboriosas.
Con este diálogo, el viajero se dirigió a la hacienda y luego de la conversación con el dueño, logró realizar el contrato exactamente como planificó con las hormigas. Además, el viajero propuso que el dueño no debería asomarse en el lugar de la cosecha porque él se encargaba de entregar el grano limpio en su totalidad.
Luego de la negociación, el viajero se puso en contacto con todas las hormigas para realizar la cosecha, quienes llegaron al campo de la cosecha y comenzaron el trabajo; aquí las hormigas subían a la espiga del trigo y cada una llevaba un granito hacia la era (lugar de almacenamiento de la gramínea), cumpliendo un trabajo muy cooperativo y organizado.
En el trabajo, la multitud emitía bulliciosos gritos y sonidos de quipas; una de ellas cantaba el Haway, que se convirtió en un ritual de animación para los trabajadores. Así transcurrían los días amontonando el trigo que, con la luz solar, brillaba como el grano de oro.
Al llenar la era, el caminante comunicó al dueño que ya concluyeron la actividad; el dueño, al llegar al espacio, se quedó asombrado del trabajo cumplido ya que el montón de trigo se veía tan limpio y brillante; después, el dueño propuso al contratista que entregara el trigo en la casa, que él daría cualquier tipo de recompensa, al mismo tiempo facilitó algunas mulas muy ariscas para que traslade el trigo.
Al instante, apareció el cóndor, que propuso amansar a las mulas chúcaras, mediante aletazos de sobrevuelo. Finalmente, el viajero cargó el trigo en las mulas y entregó en la casa y recibió su recompensa.
Desde aquel acontecimiento, el pueblo cañari hereda este patrimonio cultural muy importante del Ritual del Haway y practica en el tiempo de cosecha situada en el calendario cíclico ritual andino.